Me sigue fascinando el comportamiento humano, por lo bueno y, desgraciadamente, también por lo malo. Me refiero en esta ocasión a estos personajes que nos encontramos a lo largo de nuestras vidas, sobre todo en nuestra vida profesional. Estos que son estrictos, circunspectos, una suerte de señorita(o)
Rottenmeier mezclado con la señora
Danvers. Aparentemente justos, rectos, insondables, íntegros, incorruptibles, impermeables a los cambios y con las ideas bien claras; uno ya sabe cómo van a actuar si tiene la desgracia de cruzarse en su camino. Esta gente lo ve todo blanco o negro -normalmente negro, para qué nos vamos a engañar-, siempre andan por el camino recto, que suele ser el más largo y tortuoso, y a nada le temen porque con la verdad se va y se llega a todas partes.
Pero... hete aquí que la vida los pone al otro lado del espejo y no les da una pastilla como Carrol a Alicia y es en ese momento cuando la saliva que han escupido durante toda su vida les cae encima. ¿Reformas en casa? en esa ocasión toca ser laxo y hacer lo que les da la gana, porque ellos lo valen. ¿Acaso no conocen todos los trucos que les han intentado colar año tras año?
Pues eso.
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