El fin de semana pasado tuvo un sabor agridulce, alegre y feliz por la celebración de la pasada boda de B y J para tristísimo al conocer que nuestro amigo común Javi había fallecido sin esperarlo por una fulminante rotura de aorta ¡a los 45 años!. La viuda, a la que fuimos a darle el pésame la mañana del domingo, nos conminó a disfrutar de la vida; parecía que era ella la que nos consolaba. Boda y duelo aderezado con un más que ligero dolor de mandíbula o de muela o de ambas cosas. Ayer lunes cogí fuerzas y me decidí, muy a mi pesar, a pedir hora en el dentista, como así hice. El jueves deberé acudir a la mazmorra, al potro de torturas, a sufrir como un condenado al garrote vil.
Hasta esa tarde vagaré como Heathcliff en busca de Catalina, pero en mi caso con suficientes analgésicos para aguantarlo.
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