Ay, ¡quién tuviera una espada láser a mano!
Asistí anoche, dolor de muela incluido y empastillado como dios manda, a la calatravada de Santa Cruz de Tenerife para ver el que se supone será el último concierto de Joan Manuel Serrat en Tenerife, o al menos así se ha promocionado la gira de despedida. El auditorio, absolutamente lleno como nunca -me pregunto si antes había visto colgado el "no hay entradas"-, lo estaba por ende de esos dichosos móviles endiablados, con sus pantallitas encendidas, sus luces, sus flashes. Da igual que una voz en OFF anuncia antes del concierto que no está permitido (creo que lo indican con un está absolutamente prohibido) el uso de estos aparatejos tan desagradables en un recinto a oscuras; lo mismo da.
Proliferan y se multiplican aquellos groupies que, saltándose las reglas más básicas de educación teatral, insisten en disfrutar del show a través del maldito móvil iluminando el aire por huevos. Nada los para, ni las azafatas afanadas en recordar la prohibición, ni los resoplidos de los espectadores cercanos ni los rayos mortales que salen de mis ojos. Nada. Móvil tras móvil inmortaliza unos segundos del concierto para, como tantas y tantas otras fotos, quedar almacenado y olvidado. No hay nada que hacer, pedimos la guerra.
*Hoy por ti, mañana por mi.
Menos mal que, a pesar de los pesares, uno casi casi logra abstraerse y disfruta del espectáculo, en esta ocasión de un magnífico Serrat, un clásico con el que sobran las palabras pues su música habla por él, lo ha dicho y lo dice todo. Casi dos horas y media cantando, sin descanso, y tres canciones de regalo en un concierto precioso, irrepetible, dolor de muela incluido.
Fotos by Fran Pallero/ Diario de Avisos
No hay comentarios:
Publicar un comentario