Eso dicen, el cuerpo sabe, aunque yo no estoy muy seguro de ello. Si el cuerpo supiera, o supiese, no me encontraría en este situación tan precaria.
Me explico.
Volvía ayer a casa por la tarde, en moto, después de un comienzo de semana complejo, pesado laaaargo, dándome cuenta de que me estaba quedando dormido -y ya imaginarán lo que supone dormirse en una moto-, incluso hubo un momento, casi casi llegando a mi destino, que tras una milésima de segundo me percaté de mi invasión del carril contrario en una curva. Ya, hace un par de años, en una cola en Santa Cruz en el Puente Galcerán, me quedé dormido un momento y acabé dándole un golpe al coche de delante y organicé un choque en cadena; fue más la vergüenza que el choque en sí mismo. Pues bien, volviendo a mi onírica situación en la moto, llegué a casa y decidí echarme un momento para descansar antes de sentarme a trabajar en mi despacho. Serían, más o menos, las 17h cuando me tendí sobre la cama y las 21h cuando volví abrir los ojos. ¡Una siesta de 4 horas! Ni despacho, ni natación ni nada. A las 9 de la noche poco pude hacer.
Lo increíble es que a las 11 me metí en la cama, eso sí, con pijama y orinal como se decía antes, y me quedé dormido de nuevo.
Pero el cuerpo sabe.
♫
Jean Sibelius, *Violin Concerto in D Minor.
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