jueves, 11 de junio de 2020

MIRÉ POR LA VENTANA Y ME FUGUÉ

Si para Antonio Machado su infancia es un patio de Sevilla donde madura un limonero, para mi lo son mis abuelos, "el dinero de los domingos" que me daba Mamaía, las excursiones a La Mina, los veranos en La Esperanza, el cine de las 4 en la 4º fila, las tardes en casa de mis padrinos, el Exin Basket, las papas rellenas de Engracia, el viento en El Médano, el sonido de la alianza de mi padre sobre el volante de pasta del Fiat 125, el precioso Karman Ghia con agujero en la chapa, los cómic de Marvel, Los Cinco, el patio de la casa de Robayna, la familia que no se menciona...
Con los años llegó la adolescencia, se amplió el círculo de amigos, por ende también la familia, la universidad, los descubrimientos, el Autobianchi blanco, la Honda 70, la Vespino, los libros, los perros, la música y también el caos; lo tóxico se quedó atrás -el que no se consuela es porque no quiere-, lo bueno se asentó.
La catenaria se ha invertido y, como desgraciadamente no podemos ser Benjamin Button, sólo nos queda seguir hacia adelante bien avituallados y ¡que nos quiten lo bailado!
Sibelius, *Violin Concerto.

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