Me recordó a mi época de estudiante, en la que buscaba cualquier truco para no dormirme en clase. Durante mi estancia en la universidad dormía muy poco, pues iba a clase por las mañanas, trabajaba en un estudio de arquitectura por la tarde (así pude empezar a viajar) y por la noche me sentaba a dibujar o a estudiar después de volver del gimnasio (sí, en aquella época uno estaba más en forma... juventud divino tesoro). Me acostumbré a dormir pocas horas y a hacer lo imposible para no dormirme en clase, sobre todo durante las interminables sesiones de diapositivas, que aunque muy interesantes se realizaban con las cortinas corridas y la clase a oscuras, o sea 2+2=4. Recuerdo que una vez me dormí durante una entrega de proyectos porque había estado toda la noche dibujando. Encima cometo el error de sentarme en la segunda fila, creo recordar. Pues en medio de la clase, el profesor paró de hablar hasta que dijo, según parece, José Carlos se despierte. Menos mal que el profesor era colega mío y no pasó de un momento de vergüenza total.
Durante los primeros años yo fumaba y se permitía hacerlo en clase, con lo que cuando empezaban a pesarme los párpados sólo tenía que encender un cigarro y aguantar. Con los años se prohibió fumar y cada vez fue más difícil encontrar algo que me mantuviese alerta en clase. Claro que, con los años, aprendí la lección y me sentaba siempre en la primera o segunda fila, eso sí empezando por atrás.
Durante los primeros años yo fumaba y se permitía hacerlo en clase, con lo que cuando empezaban a pesarme los párpados sólo tenía que encender un cigarro y aguantar. Con los años se prohibió fumar y cada vez fue más difícil encontrar algo que me mantuviese alerta en clase. Claro que, con los años, aprendí la lección y me sentaba siempre en la primera o segunda fila, eso sí empezando por atrás.
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