Cuando por fin bajo al garaje a coger el coche me encuentro los escalones blancos completamente, y pensé... ¡está granizando! Mientras el jardín empezaba también a cubrirse de granizo decidí que lo mejor era cambiarme de abrigo y agarrar el chaquetón de Nueva York, preparado para un clima mucho más frío que el nuestro, o eso pensaba. Les adelanto que di en el clavo con la elección.
Entro en el coche, salgo de casa y el termómetro marca ya 6º. Comienza la travesía, corta, hacia La Esperanza, encontrándome hielo en la carretera, los arcenes blancos y ni un alma. Cojo el cruce y empiezo a subir, a buen ritmo pero sin correr, hasta que me encuentro con el camión de la basura que está parado en medio de la carretera, sin poder continuar por el hielo. Freno. Después intento salir y no hay manera, el coche patina. Pongo la tracción a las 4 ruedas ("el 4x4", pa'entendernos) y logro reemprender la marcha. Por fin llego a la plaza de La Esperanza, y de allí al taller de Urbelio, donde me había propuesto dejar el coche para que le echara un ojo a la correa del ventilador. Al bajarme del coche éste empezaba a cubrirse también de blanco, al igual que lo estaban ya las calles y el césped de los jardines.
Un par de fotos mientras amanecía dan fe de lo insólito del paisaje virgen, antes de que llegase la marabunta ayuntamentil que todo lo fotografió (y lo pisó). Estábamos en ese momento a 2º, según marcaba el omnipresente termómetro exterior de la botica.
Después llegó la novelería; cámaras y más cámaras dejaban constancia del paisaje monocolor, personal del Ayuntamiento intentaba despejar de hielo la calzada, algunos coches tenían que quedarse inmóviles debido a que era imposible continuar ascendiendo por la calle y una guagua lo intentaba también en vano. Luego, durante el resto de la mañana, no paró de llover.
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