La calma puede dejarte sin previo aviso, cuando menos te lo esperas. Una mañana te levantas y te sientes intranquilo, nervioso, inquieto. No tienes por qué haberte quedarte sin dinero para pagar las facturas del mes, o haber descubierto que tienes una enfermedad incurable o que te ha dejado tu pareja; puede ser algo tan simple como quedarte sin coche, que veas a tu perro algo menos alegre o que aparezca, por ejemplo, una gotera que te haga suponer un terrible arreglo en tu casa. Luego, pasan un par de días, y el perro mueve la cola como siempre, el coche ya está en tu garaje, la gotera está arreglada (aún faltará pintar, pero bueno), hace sol y te despiertas feliz. Y como el cerebro a veces juega malas pasadas, piensas... something is wrong!
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