Ayer por la tarde tocaba cortar el césped. De vez en cuando me gusta que venga a casa mi amigo Lea, que es jerdinero, y que consigue dejar el césped como a mi no me ha ocurrido nunca. Si es que está claro, el que sabe sabe. Pues bien, después de recuperar un aspecto saludable, verdoso, parejo, ese aspecto que dan ganas de pisarlo descalzo, le pregunté por unas pequeñas zonas amarillentas que aparecían de vez en cuando en la superficie.
>Nada, eso quizá sea que tengas alguna oruga que en verano salen con más frecuencia; compra algún producto y listo.
Dicho y hecho. Cojo la moto y me planto en Leroy Merlin a la búsqueda y captura del dichoso insecticida en gránulos, porque no me apetecía fumigar por la noche. Alea jacta est, dispersado el insecticida y una buena regada nocturna.
Esta mañanita me levanto a regar la última parte que olvidé anoche y me encuentro, en procesión, a un numeroso grupo de pequeños gusanos que caminaban alejándose lentamente del césped. Los pobres pensé, a estos les quedan dos telediarios. Pero ya verán lo que tarda la vida en abrirse camino y volver a poblar mi hierba de nuevos y voraces habitantes.
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