lunes, 19 de junio de 2023

MÁS PINGOS

La semana pasada me impuse, y cumplí, un reto personal que ríete tú de hacer el Camino de Santiago descalza desde Roncesvalles. Meter en una maleta de cabina la ropa, el calzado y los afeites para pasar cinco días en Marrakech en un viaje de amigas, a cuál más pija y presumida, con tal de no pagar los 60 pavos que cobraba la aerolínea por facturar equipaje. Bueno, quien dice una maleta, dice la maleta, un bolso en el que hubiera cabido un bebé de once meses con pañales y biberones para un trimestre, y un escapulario al cuello con el pasaporte. Lo imprescindible, vamos. Así, acarreando tal impedimenta, la realidad nos arreó el primer bofetón en la conciencia. Solo en el callejón de nuestro hotelito, una docena de ancianos, madres y niños de teta pedían caridad de sol a sol tirados en el suelo. Pura clase media comparados con los desharrapados que vimos luego en los pueblos que atravesó el chófer del confortable todoterreno en el que hicimos las correspondientes excursiones para sacarnos las consabidas fotos exóticas. Críos, adolescentes, varones todos, porque mujeres solo vimos trabajando, muertos de hambre y aburrimiento matando el tiempo contemplando la opulencia ajena dentro y fuera de la pantalla del móvil.

¿Cómo no entender, viéndolos, que se suban a una patera arriesgándose a acabar en el fondo del Mediterráneo a las puertas de Europa mientras su país bulle de turistas soltando pasta a espuertas y su rey y sus élites acaparan la riqueza e ignoran su sufrimiento? Respecto a mi problemática del primer mundo, por si a alguien le interesa, solo diré que me debatí entre repartir calderilla y usar las gafas de sol de escudo para no verles ni que me vieran morirme de pena y vergüenza. Me faltó tiempo, me sobró ropa y, aun así, logré meter más pingos comprados in situ en la maleta. Dirán que vaya periodista de mierda estoy hecha, sorprendida al ver la desigualdad salvaje que reportan los colegas que se juegan el tipo denunciándola. Estoy de acuerdo.

Luz Sánchez-Mellado

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