"Juro por mi conciencia y honor" parece ser la frase recurrente en muchas toma de posesión de puestos del Estado, puestos políticos. No sé si el honor me mueve, pero les aseguro que la conciencia sí. ¿Qué seríamos si no la tuviésemos en cuenta en nuestras vidas? He probado casi de todo, desde no ver jamás un telediario ni debate televisivo alguno, ni TELE5, ni periódicos, ni radio. Imposible, no lo consigo, la caja de Pandora ya está abierta.
Me gusta decir siempre que puedo que pocas cosas nos quedan tan libres como el momento de depositar el voto en la urna, momento solitario y poderoso donde los haya, unos segundos donde somos los dueños de nuestro libre albedrío, y esto ha costado lo indecible, siglos de Historia de España -tartesios, íberos, celtas, griegos, fenicios, cartagineses, romanos, árabes-, 40 años de fascismo incluido, para llegar a disfrutar lo que tenemos hoy. Los logros conseguidos, sobre todo avances sociales, han costado sudor y lágrimas, incomprensión, manifestaciones reaccionarias, muros que derribar. Sindicalistas, sufragistas, libertad para las mujeres, derechos LGTBI, diversidad de familias, libertad de credo, derechos de los animales, partidos políticos y tantos logros que no por existir debemos darlos por eternos, ni mucho menos. He ahí el peligro.
Leer estos días todos los pactos del PP con VOX en numerosos gobiernos autónomos, ciudades y pueblos pe entristece, pero ver en qué se materializan estas alianzas me consterna y me da miedo. Anecdódica parece la eliminación de carriles bici (será que han descubierto que montar en bicicleta es cosa de rojos, y si no que se lo pregunten a un berlinés o a un amterdamés), aunque no lo sea, o blindar la tauromaquia, esa salvajada sin parangón, con leyes y decretos protectores como si de un hechizo de Howarts se tratara -esperando estoy que cada cual acuñe su moneda por la gracia de Dios, Patria y Familia-. Ya parece menos anécdota eso de nombrar a una tal Llanos Massó presidenta de las Cortes valencianas, una declarada antiabortista, ultracatólica, transfóbica, homófoba y xenófoba -"Una mujer trans no es una mujer, según el ADN" (Masso dixit)-, negacionista de la violencia machista y miembro de Hazte Oír, aquellos del autobús que pululaba por Madrid con el lema "Las niñas tienen vagina y los niños pene".
Y esto es solo el empezar del acabose.
Ayer judíos, hoy mujeres maltratadas, maricas, rojos, moros y negros. Y estamos en 2023, mucho cristal en las calles para una nueva noche como aquellas, mucho pobre inmigrante ahogado, mucho toro torturado.
Me pregunto cómo beben sentirse hoy aquellos políticos que nos sacaron de la dictadura para meternos en la democracia, los que redactaron la Constitución con la vista puesta en el futuro, los mismos que eran capaces de dar discursos en el Parlamento si recurrir al insulto o a las mentiras, cuando no era necesaria la repetición del mismo mantra como los conejitos de Duracell.
Si Internet ha demostrado que no era la falta de información la que nos volvía ignorantes, no sé lo que nos deparará el futuro, aunque gustarme no me gusta nada el andar de la perrita.
NOTA. Arbeit macht frei es una frase alemana cuya traducción al español es el trabajo hace la libertad o con el trabajo se consigue la libertad. El lema fue emplazado sobre los accesos a numerosos campos de concentración y exterminio establecidos por el régimen nazi. Arbeit macht frei es una frase intencionalmente ambigua: sugiere no solo que el trabajo libera a las víctimas detenidas por el nazismo, sino el exterminio de los nazis al consumar el asesinato premeditado de enormes masas humanas de condición y origen diversos (judíos, opositores al régimen, librepensadores, masones, gitanos, comunistas, homosexuales y enemigos de guerra).
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