sábado, 27 de mayo de 2023

LAZOS

“Un tipo de amor que no dan los humanos”: así es el duelo silencioso e incomprendido que deja la muerte de un animal
Parte de la sociedad aún no comprende los estrechos lazos que establecen los animales de compañía con sus familias humanas y el dolor que dejan tras su muerte, que puede equivaler al de la pérdida de un ser querido.
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“Ayer murió mi perra. El dolor es tan profundo que me asusta porque lo cubre todo. Es tan hondo que solo puedo sentarme a llorar y pensar en la pérdida, el amor por los demás o la muerte”. Así empezaba la Carta a la Directora que una lectora envió la semana pasada a EL PAÍS. Casi 30.000 personas megustearon su difusión en Instagram y más de cuatrocientos comentarios se solidarizaron con su dolor. Hace un par de meses fue el actor Dani Rovira quien conmovió a sus seguidores con su testimonio: “No me acuerdo de mi vida sin ti, amor mío”, escribía tras el fallecimiento de su perra Carapapa. “No imaginaba que un adiós pudiese ser tan bonito y a la vez tan doloroso”. La adhesión y las palabras de alivio que reciben estas despedidas evidencian la profunda relación entre los animales y las personas que conviven con ellos. También Paris Hilton lamentaba este martes la muerte de su perra Harajuku Bitch, de 23 años, con un mensaje que decía “Descansa en paz, amor mío. Gracias por bendecir mi vida con tu amor incondicional”.

En un estudio realizado por la web especializada en animales de compañía Wamiz el 90% de los propietarios de gatos y perros asegura que el dolor que habían sentido al perder a su animal de compañía era semejante al de perder a una persona de su entorno. Los animales son nuestros seres queridos y su muerte nos afecta como tal. Que nuestra relación con ellos ha cambiado en los últimos años queda claro echando un vistazo a los programas electorales: casi todos los partidos progresistas incluyen en mayor o menor grado medidas centradas en ellos. Entre las más llamativas está la de Barcelona en Comú que ofrece “un servicio de acompañamiento de duelo y despedida de los animales de la familia, un servicio integral desde el momento del deceso hasta su destino final”. A juzgar por los testimonios de quienes han sufrido la pérdida de un animal, es una propuesta necesaria.

Kike, técnico forestal de 45 años, es consciente de la evolución que ha sufrido la percepción sobre los animales y en especial los domésticos, cuyo número en España según datos de ANFACC, supera los 29 millones. “Hace diez años le dije a mi jefe que no podía ir a trabajar porque mi perro estaba enfermo y no quería dejarlo solo. Se rio, creyó que era una broma. Cuando falleció hace unos meses percibí una respuesta distinta a mi alrededor. Es un gran alivio no tener que poner excusas para disimular algo tan importante”.

Ocultar los sentimientos es, según la psicóloga Beatriz Cuervo, lo más nocivo que se puede hacer en una situación así. “Minimizar lo que sentimos no trae consecuencias positivas. El dolor por una pérdida es normal”, explica, “Puede que en determinados contextos familiares, sociales o laborales nos de vergüenza admitir que estamos tristes o que sentimos ese vacío que acompaña a una ausencia por un animal de compañía. En ese caso lo adecuado sería intentar hablar con alguien que haya pasado por una situación similar aunque no sea nuestro mejor amigo o amiga, sino quizá alguien con el que coincidimos paseando a nuestros perros en el parque”.

Laura Alberdi, responsable de una tienda de animales en Oviedo, ha sido muchas veces la receptora de esos lamentos que algunas personas no pueden verbalizar en su entorno. “Hay una señora de unos setenta años que todavía se emociona cuando nos habla del canario que sus nietos le regalaron tras enviudar. Primero Platanín le pareció un engorro, después se convirtió en su compañía más querida. A la gente le sorprende el afecto que dan los animales por pequeños que sean, pero ellos reconocen fácilmente a quienes les hacen bien o mal. Su fallecimiento la dejó devastada. Nos dice que le echa de menos más que a su marido. Esto lo dice en voz baja, como si temiese que la escuchasen”.

No es un caso aislado. “Aquí no conocemos el nombre de la mayoría de las personas, pero sí el de todos los animales que cruzan la puerta”, prosigue Alberdi. “Eso hace que la gente se sienta comprendida cuando nos cuenta sus historias”. Y no únicamente los clientes. “Un día un repartidor que traía mercancía se echó a llorar al ver el juguete favorito de su gato que había fallecido el día anterior, sacó su móvil nos enseñó fotos y estuvo un rato contándonos sus trastadas”.

El duelo es por definición el “dolor o aflicción causados por la muerte de alguien”, y, por convención, “el precio que pagamos por querer”. Cada persona lo vive de una manera y no hay una forma correcta de afrontarlo. El estudio de Wamiz revelaba que el 42% de los españoles encuestados había sufrido tanto tras la pérdida de un animal que había sido incapaz de volver a tener otro. Solo el 58% optó por incluir de nuevo a un animal en su familia.

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