martes, 9 de mayo de 2023

¡QUÉ GANAS!


Siempre lo mismo, parezco un disco rallado, mea culpa. Me van a tener que perdonar otra vez pero, si entre semana no tengo vida, ¡de qué podría quejarme sino de mi trabajo! En particular de mi trabajo en la Administración. ¡Qué ganas de tener tiempo y sentarme a escribir con calma sobre mi experiencia en ella! Me temo que, si finalmente me decido, no va a quedar títere con cabeza.
¿Qué es lo peor que llevo? El chismorreo constante, la inconmensurable jeta de muchos (a los que se les llena la boca con la palabra: f u n c i o n a r i o), la desproporción estelar entre la cantidad de trabajo asignado a unos trabajadores y a otros, la frustración de no poder hacer nada ante tanta injusticia palpable, el pasotismo absoluto de los políticos (para qué nos vamos a meter en problemas), la imponderable falta de respeto de unos hacia otros en definitiva.
No hay solución, no existe, el sistema está tan mal montado que no hay manera de cargarse al vago, al inepto, al mal compañero, al chismoso, al cotilla, al peligroso. La Administración no supervisa, no controla, no evalúa; carga al que trabaja, descarga a los que no; premia al malo y castiga al bueno; 2+2.
¡Qué ganas de dejar este trabajo! De dejar atrás estos caretos y caretas, estos puñales por la espalda, estas rémoras que exprimen al Estado extrayendo de él unos sueldos injustamente remunerados.
¡Qué ganas de dejar de escuchar las vicisitudes del fin de semana en la playa!, la lista de la compra, la ropa de la lavadora, los estudios de los niños, los médicos y sus enfermedades, las guardias, los velatorios, los entierros.
Tú aguanta hasta que consoliden las plazas, me dicen algunos; tú aguanta que todo va a mejorar (estos, los optimistas recalcitrantes); tú aguanta que la calle está muy achuchá. Pero ¿cómo aguantar en esta suerte de aquelarre? ¡Qué ganas! 
Por último, la maravillosa música de Beethoven para sacudirme tanto mal rollo.
Beethoven, *Choral Fantasy, Op.80, Finale.

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