Conducir la moto en horas de la madrugada tiene sus cosas buenas y otras no tanto. Entre las agradables podríamos hablar de la absoluta falta de tráfico, de hacerlo bajo un cielo estrellado, de tocar la luna, de poder contemplar un conejo expectante en una loma llena de oscura yerbita y hasta un búho volando con las alas totalmente desplegadas. Pero también, como siempre, están las cosas desagradables, las que uno espera no encontrarse, sobre todo la interminable lista de pequeños animales muertos sobre la calzada, en general gatos, erizos, ratones, palomas, pequeñas aves rapaces y, en alguna ocasión igual de triste, algún perro despistado.
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Debussy, *Suite Bergamasque, Clair de Lune.
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