...he hablado mucho de política. No sé si es porque nos acercamos a las Elecciones municipales y autonómicas del próximo 18-may, porque los periódicos no dejan de machacarnos -cada uno a su manera, eso siempre-, porque parecería que vivimos en dos países diferentes, uno boyante y otro en la miseria, o simplemente porque muchos llevamos dentro a un político o a un entrenador de fútbol. Yo, cada vez más nefelibata, no logro abstraerme y siempre acabo entrando al trapo, contestando, dando mi opinión. Cuánto más tranquilo estaría yo con una simple sonrisa atisbada en mis labios pero con la boca bien cerrada.
La última conversación versaba sobre economía y política, o dicho al revés que acaba siendo lo mismo. Mi interlocutor hablaba y hablaba de economía liberal, de esto y lo otro, de "lo que había que hacer con el dinero, con los impuestos, con las subvenciones, con la inmigración (me extrañó que no me nombrara a los judíos y los masones), porque ha quedado demostrado que... y bla bla bla". Yo lo escuchaba con interés porque a los amigos hay que mostrárselo y con ellos la paciencia debe ser ilimitada. Finalmente me dejó hablar, no antes sentenciar que "esto es así". Claro, ante tales argumentos enormemente sustentados y de gran peso, dudé si contestar o no, así que mirándolo a los ojos, finalmente, asentí con la cabeza siete veces siete, muy serio. Él se fue feliz y yo tremendamente tranquilo, suspirando.
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