Alumnos del curso de 1970 del seminario marista de La Marina de Elche, con su tutor, Joaquín Bascuñana, acusado de abusos.
Todos tenemos derecho a un juicio justo, dice la Ley (al menos en el cine), hasta esta gentuza pederasta. Los juicios paralelos son terroríficos, sí, pero ¿no es lo que ha hecho la Iglesia a lo largo de su historia, entre otras cosas? Los curas, como antaño los políticos, cayeron en la autocomplacencia y en la creencia de ser intocables, impunes, pero eso se acabó ya, Deo Gratias. No sólo impunes por la ley sino también por las propias órdenes religiosas, obispos, cardenales y Papas, todo se tapaba de una manera u otra, normalmente con traslados y si te he visto no me acuerdo. Los alumnos han importado poco o nada. Si son ellos los que provocan, que diría el inefable obispo Bernardo de Tenerife. Para vomitar (encima de él, por supuesto). Maristas, Hermanos de La Salle, Agustinos, Claretianos, Salesianos, Jesuitas, Carmelitas, Dominicos... aquí no se salva ni el apuntador.
Los abusos sexuales a un niño son perversos, quizá de las peores cosas que podamos ver en el ser humano; el abusado no entiende lo que ocurre y, en la mayoría de los casos, se echa la culpa a sí mismo, terrible. Pocos son los que lo superan, muchos se suicidan o quedan tocados para el resto de su existencia. Los que se atreven a contarlo suelen coincidir siempre en las mismas premisas de partida, el terror de escuchar esos pasos en la noche acercándose.
Ver a esta gentuza, repito, campando a sus anchas sin juicio ni castigo terrenal (dejemos el castigo divino para los más ingenuos) nos lleva a dudar continuamente del sistema.
Cruzo los dedos para que esta gentuza -por tercera vez lo digo, y pocas me parecen-, acabe donde tiene que estar. Quizá los próceres encubridores también.
Soñar es gratis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario