Voy a tener que mirarme esto, los sueños. Ahora es recurrente que cada noche, al caer rendido, tenga unos sueños tan vívidos que al despertar lo hago con una sensación de hacerlo agitado, como después de haber pasado un buen rato sufriendo. El de anoche, del que aún recuerdo retazos, tenía que ver sobre un viaje al que llevaba dos bultos, uno grande que debía facturar, amarillo y con mis iniciales grabadas, y una mochila pequeña gris. Algo pasaba, algo pasó, que intentaba correr arriba y abajo, por calles que se me antojaban conocidas, llegando a una terminal aeroportuaria, con aspecto de estación de esquí y una mezcla de espacios absurdos, para volver a salir después. No encontraba la mochila gris, donde llevaba los documentos y sí la amarilla, únicamente con ropa, pero al embarcar nos daban opción a escoger avión y yo no sabía en cuál de los dos estaba mi equipaje o algo así. De una forma u otra logré dormir más horas que de constumbre, aunque me pregunto si habré descansado.
Ay Calderón.
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