Cosas que he aprendido en mi
permiso por paternidad de siete meses en Alemania
Repartir el permiso con mi pareja
me ha permitido entender el sacrificio que tradicionalmente han asumido las
mujeres.
El primer día de mi baja por
paternidad Amalia y yo acompañamos a su madre al trabajo. Allí le da de mamar
una vez más y nos despedimos. Camino de casa vamos al supermercado, a la
farmacia, y a hacer recados. Amalia va envuelta en una gran tela que me rodea
el torso, apretadita contra mi pecho, plácidamente dormida. Las mujeres en el
autobús, sobre todo las mayores, sonríen al vernos. Los hombres hacen como que
no nos ven.
Cuando supimos que la baja por maternidad
y paternidad en Alemania, Elternzeit, "tiempo de padres", es de hasta
14 meses a repartir entre la pareja, en seguida nos pusimos a organizarnos muy
contentos. Mis amigos españoles, jóvenes y no tan jóvenes, me felicitaron al
saberlo, sobre todo los que han sido padres, poseídos por una sana y alegre
envidia.
Mientras que nosotros teníamos
por delante unas 58 semanas, los permisos por maternidad de mis amigas
españolas solo habían sido de 16 semanas. Los de paternidad, por su parte, solo
habían durado dos semanas, y voluntarias, ampliadas a cuatro desde enero de
2017. El padre también tenía la posibilidad de intercambiarse con la madre,
aunque finalmente muy pocos lo hicieron.
Padres y madres sí coincidían al
preguntarnos cómo nos lo íbamos a repartir. Tanto mi pareja como yo queríamos
pasar el máximo tiempo posible con Amalia, que solo iba a ser bebé una vez, y
tampoco queríamos desvincularnos de nuestros respectivos trabajos. Decidimos
hacer juntos el primer mes, en familia, y dividir el resto en dos mitades.
Todavía no sabíamos que, como en
España, en Alemania tampoco es común dividirse el permiso a partes iguales. La
duración media por permisos maternales es de 13,8 meses, mientras que la
duración media por permisos paternales es de 3,7 meses, según las estadísticas de 2017. Estas cifras se
están igualando, pero los hombres, si adoptan un permiso largo, siguen oyendo
comentarios sexistas en su entorno. Así supe, por ejemplo, que algunos hombres
llaman "vacaciones para padres" al permiso por paternidad, como si
cuidar de un bebé no supusiera un trabajo, sino una excusa para no trabajar.
"¡Quedarte en casa!" me decían otros sorprendidos... "¿Y tu
mujer?".
Aquella fue la primera vez que me
sentí cuestionado por mi género, algo que siempre me había parecido humillante,
pero que nunca había vivido en mis carnes. Era un ataque doble, pues
cuestionaba al mismo tiempo la conveniencia de que cuidara de mi bebé y el
derecho de mi compañera a regresar antes a su vida profesional. Como otras
veces, aunque me sienta cobarde al escribir esto, evité ser lo beligerante que
habría querido. Insistí simplemente, a cada embestida, en que esa decisión era
asunto mío y de mi pareja.
La primera mitad de nuestro
permiso la tomaría la madre, por su vínculo con el bebé. Yo iría a trabajar, no
sin imaginarme cada día cómo sería mi baja por paternidad: esos meses que
pasaría viviendo tranquilito con mi bebé, en los que, además, mientras durmiera
o jugara, podría disfrutar de un poco de tiempo para mí, mis proyectos, la
escritura, el arte, etcétera. Pero la realidad resultó ser otra.
Cuando llegamos a casa,
aprovechando que con Amalia atada a mi cuerpo tengo las manos libres, ordeno la
compra y la cocina. "Bueno mi niña, aquí estamos", le digo dulcemente
al desenvolverla del portabebés. Ella se despierta y rompe a llorar, como
siempre que la sacamos del portababés, y su llanto llena de pronto la casa, la
luz y el frescor mañanero.
La consuelo, le cambio el pañal.
Jugamos. Luego se pone penosa. Bosteza y se restriega los ojos. La mezco con
ternura, mientras repaso las cosas que tengo que hacer: limpiar el desayuno,
ordenar, burocracias atrasadas... Cosas que me tocan a mí porque después de
todo, soy yo el que "se queda en casa". Con suerte quizá hasta me dé
tiempo a echarme yo mismo junto a ella a leer o escribir un
poco. No se duerme. Tampoco quiere comer y cada vez que me alejo de
ella, me llama insistentemente, con chillidos y llantitos. Empiezo a
preguntarme qué hacer de las miles de cosas que puedes hacer con tu bebé. Tenía
muchas pensadas... ¿Por dónde empezar?
Lo primero que me ha sorprendido
de mi permiso por paternidad ha sido, como he dicho, ver cuestionadas mis
capacidades y derechos por mi género.
Lo segundo es mi bebé mismo, el
darme cuenta de que tiene una energía y una expresividad y un carácter que no
le conocía. En los buenos momentos flipo. Y en los malos... flipo también.
Hasta ahora solo veía a Amalia
apenas unos minutos por la mañana, feliz pero poseído por la bulla de tener que
irme a trabajar, y a última hora de la tarde, ya cansados los dos, ella un poco
llorona, yo algo gruñón, con el humor y la paciencia desgastados, pero feliz de
volver a casa. Mi pareja entonces parecía también muy cansada, a veces más que
yo. Entonces procuraba hacerle el relevo con la niña y con lo que quedara por
hacer en casa... aunque me sorprendiera, pues era yo el que venía tras ocho
horas de trabajar. Luego, estaban los fines de semana, pero entonces estábamos
los dos para cuidar juntos de la niña, con el alivio de un día sin
obligaciones.
Ahora, con días enteros para mi
bebé, he descubierto que cuidarla, estar con ella, es estar con una persona
mucho más compleja y exigente, que requiere mucha más atención, tiempo y
energías de las que suponía. Por suerte los tengo y no son restos del día sino
el tronco de mis horas y de mi potencial.
Lo tercero más sorprendente es
que, de algún modo, no solo he descubierto a mi hija, sino que ella me ha
descubierto a mí también. Hemos construido una conexión, una intimidad, una
confianza, una complicidad en la que para ella todo es nuevo, y para mí, en
cierta medida, también lo es. Porque junto a Amalia he descubierto las
energías, la paciencia, el amor, la fuerza y la entereza que hay que tener para
estar días enteros, uno tras otro, a solas con tu bebé, como único responsable
de este y de la casa, sin que ninguna de las dos se te vaya de las manos: tener
a la niña limpia, bien alimentada, descansada y segura para desarrollarse en
paz, acompañarla y a la vez mantener el orden y la limpieza en la casa, la
despensa controlada, la compra hecha, las comidas planeadas,... ¿Te olvidas de
algo?... Sí, de ti mismo, de estar bien comido, bien aseado, vestido como te
gusta, cosas buenas para la salud, el humor que de nos hacen gustarnos un poco
más, a nosotros mismos y a los demás.
Son trabajos y esfuerzos que, en
nuestro mundo machista, han hecho siempre las mujeres, muchas veces solas,
incluso después de que sus parejas volviesen del trabajo. Mi madre, mis
abuelas, mis tías, mis primas, mis amigas... mujeres, la mujer, generalizando,
porque siguen siendo una aplastante mayoría, a las que ahora veo con otros
ojos, por el enorme trabajo realizado y que tan poco se les valora, del mismo
modo que veo con otros ojos a los hombres, por todo el trabajo que no
realizarán y la experiencia que ya no va a enriquecerlos.
Desde el pasado 5 de julio, el
permiso de paternidad se amplió una semana más en España. Ya
vamos por las cinco semanas, intransferibles y no obligatorias. Y no es el
único cambio a la vista. El pasado 27 de junio se aprobó una proposición de ley
en el Congreso para ir ampliando progresivamente el permiso de paternidad hasta
llegar a las 16 semanas en 2024.
Cuando vuelve mi compañera del
trabajo no le importa que algunas cosas que tenía que hacer no estén. Se pone a
ayudarme enseguida del mismo modo que yo la ayudaba cuando llegaba de mi
trabajo. Nos miramos cómplices. Ella se ríe porque ahora sabe que comprendo
aquel cansancio, yo, porque ella conoce los celos que siento por Amalia, que al
verla llegar da saltos de alegría y agradecimiento entre mis brazos, como las
daba cuando yo volvía del trabajo, aunque fuera ella la que se había pasado
dándole su tiempo, sus energías y su amor.
Y aquí llega la última sorpresa y
es que todo esto no ha hecho sino unirnos más como pareja, afianzando nuestra
confianza en el otro para dejar las cosas en sus manos, seguros del respeto por
el trabajo de cuidar de nuestros hijos, nuestra casa y nuestras respectivas
vidas profesionales.
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