Por qué hoy me avergüenzo de ser
israelí
No creo que el pueblo judío haya
vivido sufriendo persecución y soportando crueldades sin fin para ahora
convertirse en el opresor que somete a los demás a sus crueldades.
https://elpais.com/elpais/2018/07/23/opinion/1532361442_865305.html
En 2004 pronuncié un discurso
ante la Kneset —el Parlamento israelí— en el que hablé de la Declaración de
Independencia del Estado de Israel. La califiqué de “fuente de inspiración para
creer en los ideales que nos hicieron dejar de ser judíos y nos transformaron
en israelíes”, y proseguí diciendo que “este documento extraordinario expresaba
este compromiso: ‘El Estado de Israel se consagrará al desarrollo de este país
en beneficio de todos sus pueblos; se fundamentará en los principios de
libertad, justicia y paz, guiado por las visiones de los profetas de Israel;
reconocerá la plena igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus
ciudadanos, con independencia de su religión, raza o sexo; garantizará la
libertad religiosa, de conciencia, idioma, educación y cultura”.
Los padres fundadores del Estado
de Israel que firmaron la Declaración veían en el principio de igualdad la
piedra angular de la sociedad que estaban construyendo. También adquirieron el
compromiso —tanto ellos como nosotros— de “procurar la paz y las buenas
relaciones con todos los países y pueblos vecinos”.
Setenta años después, el Gobierno
israelí acaba de aprobar una nueva ley que sustituye el principio de igualdad y
valores universales por el nacionalismo y el racismo.
Me llena de profundo pesar tener
que repetir exactamente las mismas preguntas que planteé hace 14 años cuando me
dirigí a la Kneset: ¿Podemos pasar por alto la distancia intolerable que separa
la Declaración de Independencia prometida de los hechos, la distancia entre la
idea y la realidad de Israel?
¿Encaja la situación de ocupación
y dominio sobre otro pueblo en la Declaración de Independencia? ¿Tiene sentido
la propia independencia a costa de los derechos fundamentales del otro?
¿Puede el pueblo judío, cuya
historia es una crónica de sufrimiento continuo y persecución implacable,
consentir la indiferencia hacia los derechos y el padecimiento de un pueblo
vecino?
¿Puede el Estado de Israel
permitirse el sueño ingenuo de un final ideológico para el conflicto en vez de
buscar una resolución pragmática y humanitaria basada en la justicia social?
Catorce años después, sigo
creyendo que, a pesar de todas las dificultades objetivas y subjetivas, el
futuro de Israel y su puesto en la familia de los países ilustrados dependerá
de su capacidad para cumplir la promesa de los padres fundadores tal como la
consagraron en la Declaración de Independencia.
Sin embargo, nada ha cambiado
verdaderamente desde 2004. Por el contrario, ahora tenemos una ley que confirma
la condición de la población árabe como ciudadanos de segunda clase. Por
consiguiente, se trata de una forma muy evidente de apartheid. No creo que
el pueblo judío haya vivido 20 siglos, la mayor parte de ellos sufriendo
persecución y soportando crueldades sin fin, para ahora convertirse en el
opresor que somete a los demás a sus crueldades. Precisamente esto es lo que
hace la nueva ley. Por eso, hoy me avergüenzo de ser israelí.
Daniel Barenboim (Buenos
Aires, 1942) es pianista y director de orquesta. Tiene nacionalidad argentina,
española, israelí y palestina.
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