El Falcon de Asier Antona
TESTIGO DE CALLE JUAN CRUZ
RUIZ
29/jul/18 6:21 AM
El presidente del Gobierno, Pedro
Sánchez, se desplazó recientemente a Benicassim, en la Comunidad Valencia, en
el Falcon que está a su disposición en razón de su cargo. Ese medio de
transporte le fue aconsejado por la seguridad que le asiste como primera
autoridad gubernamental del Estado en función de sus necesidades como
presidente. La misma seguridad que asiste a los presidentes decidió hace tiempo
que los desplazamientos de personas públicas de esta índole son más seguras por
ese medio que si se hacen por tren o por automóvil, habida cuenta del carácter
público y abierto de cualquiera de esos otros medios. El viaje lo hizo Pedro
Sánchez; su familia, esposa y dos hijas, lo hicieron en tren.
Todas esas circunstancias han
sido divulgadas y son conocidas por la población, pues han sido repicadas
reiteradamente. Sin embargo, han sido desoídos, al parecer, tales argumentos, y
circula la especie contraria: que el viaje fue un dispendio, por ejemplo, que
el presidente lo hizo por motivos espurios, y que muy bien podría haber ido en
tren o en coche. A pie, incluso, se me ocurre a mí.
Lo cierto es que el viaje a
Benicassim podía hacerse o no hacerse, y esa es una cuestión que podría plantearse
si el presidente hubiera ido, por ejemplo, para visitar a un amigo o por
motivos que no fueran públicos o que fueran vergonzantes. Pero fue a darle
relevancia pública, en un país en el que los presidentes no suelen ir ni al
Museo del Prado, al acontecimiento más relevante de los que en España se
dedican a la música de rock. Aparte de eso, el presidente se encontró con
políticos regionales y locales, y en función de esas utilidades del viaje hay
fotografías abundantes en las que este viajero de fin de semana aparece con
corbata despachando o haciendo relaciones, algo para lo que está también
designado presidente.
A pesar de que esto es público y
notorio, y ha sido aireado como un asunto de Estado hasta que ha ido bajando el
suflé de los tópicos en relación al caso, en tertulias y en cenáculos políticos
se sigue alzando el tema como si fuera un disparate ilegal el dispendio. Ni
siquiera ha servido señalar las razones de seguridad que asisten a la decisión
del presidente del Gobierno de ir en avión a Benicassim, ni ha servido tampoco
el argumento de que la seguridad de un viaje así, en tren, cuesta más que un
desplazamiento en el medio que finalmente eligió.
Así son las cosas: es más fácil
seguir hablando de lo que se nos ocurre que atender a razones o argumentos o
datos. Nos pasa a los periodistas y les pasa a los políticos, y en general a
todos los que tienen a mano una tertulia o un despacho en los bares. Le pasó,
por ejemplo, a Asier Antona, el más alto cargo del Partido Popular en Canarias,
que, animado por el bullicio, invitó al presidente Sánchez a usar el Falcon
para desplazarse a estas islas para ver aquí el deplorable estado de la región.
Podría haberle hecho la misma demanda al presidente Rajoy, al que tenía a mano,
o al presidente Aznar, que ahora está otra vez en alza, que mandaron en este
país y que tuvieron acceso igualmente al Falcon. Ignoro qué podría haber hecho
ya Sánchez por Canarias, pues no lleva en La Moncloa ni dos meses, pero Rajoy
estuvo un rato largo y no se recuerdan muchas gestas viajeras ni debe haber
sido abundante su contribución a la mejora de Canarias cuando su hombre aquí se
queja ahora de que todo está manga por hombro.
De la época de Aznar sí se
recuerdan, sobre todo, unos viajes que organizaba el antecesor de Antona, José
Manuel Soria, que mandaba fuera de las Islas, en aviones pagados por el
Gobierno, a los emigrantes que les molestaban en los bancos del parque de Santa
Catalina.
Se me podría decir que Antona usó
el tópico en curso sobre el Falcon como una figura de pensamiento, como una
metáfora. Bueno, pues para metáfora la más irritante fue aquella organizada con
nocturnidad y alevosía por el señor Soria. Y nadie del sector del señor Antona
ha dicho nada todavía de aquella vergüenza que tuvo al aire como vehículo.
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