El domingo 23 de diciembre decidí regalarme unos días de vacaciones, sin teléfono, sin periódicos, sin blog. Unos días a modo de catarsis que me han servido para, poco a poco, hacerme a la idea de que seguimos aquí, vivos, y que posíblemente nos espere un año todo menos BBB, o sea Malo, Feo y Caro. Aún así, con este panorama tan desalentador, sigamos valiéndonos del sabio refranero y digamos ¡a mal tiempo buena cara! y ¡a vivir que son dos días! (reconvertido en You Only Live Once, o lo que es lo mismo Sólo se vive una vez).
Por lo pronto he vuelto a dejarme la barba que, aunque me hace más viejo, me da un aire a lo capitán de barco -no pesquero- que me gusta. Quiero una barba como la derecha, pelirroja también, aunque en mi caso con algunas canas en la barbilla.
Han resultado unas vacaciones agradables, cortas -como es de rigor si uno las disfruta-, frescas que no frías y cartageneras. Desde Tenerife hay un vuelo directo a Alicante que hace muy cómodo el llegar a Cartagena, sin las engorrosas y largas escalas en Madrid o Barcelona. Después de unas tres horitas me hallaba ya en la guagua que nos llevaba a la terminal del aeropuerto.
Desde allí a Cartagena, un paseo corto bajo un cielo mañanero y azul. Comenzaban ahí realmente mis vacaciones. Los planes eran sencillos: ballet al día siguiente, paseos por la ciudad, Isla Plana, La Azohía o por el Puerto de Mazarrón, quizá cine, comidas familiares y cenas con los amigos.
La primera noche cenamos en un restaurante vegetariano donde ya lo habíamos hecho la última vez, muy bueno. Esta vez compartimos mesa con nuestros amigos gemelos, y bomberos, Fran y Luis, tan amenos y divertidos como siempre. Al día siguiente Fran se iba a Los Pirineos en busca de su novia y de allí nos mandó esta foto durante una jornada practicando esquí de travesía.
El 28 representaban en El Batel, el auditorio cartagenero, el ballet de Tchaikovski "La Bella Durmiente". Estuvo bien, prácticamente lleno. Los ballet rusos tienen el inconveniente, ahora, que son tantas y tantas compañías que uno so sabe bien lo que se va a encontrar. Recuerdo hace algunos años uno en Tenerife que bailó en el Teatro Guimerá de la capital, donde los bailarines no cabían en el escenario y los trajes parecían de carnavales. Éste estuvo mejor, con un vestuario digno y siempre la preciosa música rusa. La verdad es que soy un malísimo crítico cuando voy a ver ballet y no quisiera ser desagradable. Me maravilla, en todo caso, la "facilidad" de los movimientos de los bailarines; parece sencillo bailar sin que la fuerza de la gravedad te afecte. He ahí lo maravilloso del ballet.
La temperatura con la que nos encontramos en Cartagena ayudó a que resultase muy agradable pasear por el centro de la Ciudad. Allí se respira la opulencia de la época dorada de la minería, encontrándonos una arquitectura palaciega relevante y de gran interés. En Navidad la decoración y las luces ayudan a que el centro esté realmente bonito.
Tarde de cine a ver Los Miserables, estupenda versión cinematográfica del musical. Tuve la suerte de verlo en Broadway hace años y la película está a la altura, los actores -que cantaron durante la filmación- están increíbles. Durante la película me vinieron a la cabeza todas mis dudas de golpe acerca de cómo no ha estallado en Europa una nueva revolución a la francesa. Hemos perdido en muy pocos años muchos de los logros sociales adquiridos durante el Siglo XX y parece que no nos quedan ideales por luchar. Precísamente ahora estamos en una época donde los partidos políticos gobiernan con la carta blanca de las elecciones o de la mayoría absoluta, olvidando que no son los dueños sino únicamente unos administradores temporales; es más fácil prohibir que dialogar.
Pasamos pues unos días agradables y de relax, con mucha comida, familia, amigos y una perrita -Bimba- que se hacía pis de contenta. Unas Navidades cartageneras, con su buey y su mula, como dios manda, un fin de año divertido, multitudinario, y ya dispuestos a rematarlas con el día de Reyes y lo que reste de emboste final.
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