El acoso laboral, o mobbing (por cierto, pronunciado “mobin”) ya no es gratuito, o por
lo menos quiero pensar que la cosa ha mejorado mucho. Cada vez más leemos en la
prensa que fulano o mengano está siendo procesado por acoso a tal o cual
persona. Ya he hablado en alguna ocasión de la situación tan desagradable que
supone sentirse acosado laboralmente y cómo uno tiene que echar mano a lo que
sea, a un clavo ardiendo si hace falta, para mantener el equilibrio y no
traspasar la línea de la pérdida de autoestima que desemboca en una depresión
en la mayoría de los casos. Aquí los amigos, la pareja, la familia, en
definitiva la gente que te quiere y que te escucha es el apoyo mejor que puede
haber. Uno puede terminar creyendo que el acoso tiene explicación y no es así.
El acosador es, simplemente, un abusador, alguien que con su poder se cree con
el derecho de apretarte, de anularte, de borrarte del mapa. ¿Alguien recuerda
con cariño al “abusador” del colegio cuando éramos niños? No, el abusador es
siempre un personaje odiado, de niños y de mayores. ¿Quién no ha soñado alguna
vez ser Chuck Norris o Steve Segal o Rambo o 007 para plantarle cara al
abusador de turno, hacerle una llave imposible y dejarlo KO en el suelo con
cara de 33?
Al
abusador le llega siempre su turno, tarde o temprano, y en este mundo, nada de
esperar el castigo divino y esas memeces. No, le llega su hora aquí porque
siempre acaba encontrándose con alguien peor. El abusador es ambicioso,
acomplejado, inseguro de sí mismo, y echa mano de lo más fácil, el poder, para
manejar al que por circunstancias se encuentra “por debajo” -él cree firmemente
en la jerarquía y lo recuerda siempre que puede-.
Por
otro lado, el abusado debe saber con quién se enfrenta y cuáles son sus armas.
Como, siendo realistas, las posibilidades de heredar las prácticas de los héroes
de la pantalla son más bien escasas, se debe echar mano de la memoria, de los
hechos; hay que apuntarlo todo, llevar un diario claro de los abusos. Si llega
el caso de poner los hechos en manos de un abogado éste debe conocer la
historia desde el principio. Cómo empezó todo, las razones si se conocen
(suelen ser razones más viejas que el mundo: tengo un amigo que quiero para tu
puesto, por ejemplo) -en caso de que se conozcan-, cómo se desarrolla el
trabajo, qué fichas mueve para anular al desdichado, etc. En definitiva en qué
consiste el acoso laboral y de qué manera lo perpetra. Esperar apoyo de los
compañeros es una ingenuidad, seamos claros, pues no se puede pedir a alguien
que se juegue su puesto de trabajo, así que ha de ser una guerra individual.
¿Qué
se puede hacer mientras? Siempre que la cosa no sea insoportable, que temamos
de verdad por nuestra integridad psicológica -he aquí el momento indiscutible
de acudir al apoyo jurídico-, debemos trabajar, hacerlo lo mejor posible. Ésta
es nuestra mejor arma: nuestro trabajo; no olvidemos que el fin del acoso
laboral, el fin que pretende el abusón, es aburrirte, anularte, conseguir que
te vayas o que cedas a sus pretensiones, que dejes un hueco para que él pueda
colocar su ficha. Acude también a tu médico para que él conozca lo que está
ocurriendo y valore si necesitas prever males mayores y prescribirte algún
antidepresivo o un somnífero, porque seguramente estarás durmiendo poco y mal.
Y
por último no olvides que tú vales, el problema lo tiene el acosador y no tú,
así que nada de autocopadecerte por tu suerte.
De ésta sales, te lo aseguro.
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