miércoles, 23 de enero de 2013

"MOBIN"


El acoso laboral, o mobbing (por cierto, pronunciado “mobin”) ya no es gratuito, o por lo menos quiero pensar que la cosa ha mejorado mucho. Cada vez más leemos en la prensa que fulano o mengano está siendo procesado por acoso a tal o cual persona. Ya he hablado en alguna ocasión de la situación tan desagradable que supone sentirse acosado laboralmente y cómo uno tiene que echar mano a lo que sea, a un clavo ardiendo si hace falta, para mantener el equilibrio y no traspasar la línea de la pérdida de autoestima que desemboca en una depresión en la mayoría de los casos. Aquí los amigos, la pareja, la familia, en definitiva la gente que te quiere y que te escucha es el apoyo mejor que puede haber. Uno puede terminar creyendo que el acoso tiene explicación y no es así. El acosador es, simplemente, un abusador, alguien que con su poder se cree con el derecho de apretarte, de anularte, de borrarte del mapa. ¿Alguien recuerda con cariño al “abusador” del colegio cuando éramos niños? No, el abusador es siempre un personaje odiado, de niños y de mayores. ¿Quién no ha soñado alguna vez ser Chuck Norris o Steve Segal o Rambo o 007 para plantarle cara al abusador de turno, hacerle una llave imposible y dejarlo KO en el suelo con cara de 33?
Al abusador le llega siempre su turno, tarde o temprano, y en este mundo, nada de esperar el castigo divino y esas memeces. No, le llega su hora aquí porque siempre acaba encontrándose con alguien peor. El abusador es ambicioso, acomplejado, inseguro de sí mismo, y echa mano de lo más fácil, el poder, para manejar al que por circunstancias se encuentra “por debajo” -él cree firmemente en la jerarquía y lo recuerda siempre que puede-.
Por otro lado, el abusado debe saber con quién se enfrenta y cuáles son sus armas. Como, siendo realistas, las posibilidades de heredar las prácticas de los héroes de la pantalla son más bien escasas, se debe echar mano de la memoria, de los hechos; hay que apuntarlo todo, llevar un diario claro de los abusos. Si llega el caso de poner los hechos en manos de un abogado éste debe conocer la historia desde el principio. Cómo empezó todo, las razones si se conocen (suelen ser razones más viejas que el mundo: tengo un amigo que quiero para tu puesto, por ejemplo) -en caso de que se conozcan-, cómo se desarrolla el trabajo, qué fichas mueve para anular al desdichado, etc. En definitiva en qué consiste el acoso laboral y de qué manera lo perpetra. Esperar apoyo de los compañeros es una ingenuidad, seamos claros, pues no se puede pedir a alguien que se juegue su puesto de trabajo, así que ha de ser una guerra individual.
¿Qué se puede hacer mientras? Siempre que la cosa no sea insoportable, que temamos de verdad por nuestra integridad psicológica -he aquí el momento indiscutible de acudir al apoyo jurídico-, debemos trabajar, hacerlo lo mejor posible. Ésta es nuestra mejor arma: nuestro trabajo; no olvidemos que el fin del acoso laboral, el fin que pretende el abusón, es aburrirte, anularte, conseguir que te vayas o que cedas a sus pretensiones, que dejes un hueco para que él pueda colocar su ficha. Acude también a tu médico para que él conozca lo que está ocurriendo y valore si necesitas prever males mayores y prescribirte algún antidepresivo o un somnífero, porque seguramente estarás durmiendo poco y mal.
Y por último no olvides que tú vales, el problema lo tiene el acosador y no tú, así que nada de autocopadecerte por tu suerte. 
De ésta sales, te lo aseguro. 

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