lunes, 16 de abril de 2012

UN PRIMO DE GURB

“No debemos olvidar que este es un país pobre y cutre”
El escritor Eduardo Mendoza publica 'El enredo de la bolsa o la vida' una nueva entrega de las aventuras de su detective loco y sin nombre. Humor dinamitero para una Europa en quiebra, blog 'Papeles perdidos'.
Rosa Mora Barcelona 13 ABR 2012 - 19:45 CET
 
La crisis planea en El enredo de la bolsa y la vida, la cuarta novela de la serie de Eduardo Mendoza protagonizada por un detective loco y sin nombre. “Empezaba a escribir otra cosa y me salió esto. La idea me vino cuando pasaba por una callecita de Barcelona. Había un local con dos letreros. El primero decía: Centro de Yoga Jardín de la Perfecta Felicidad; en el segundo: Se traspasa. Eso es lo que está pasando”. Y lo que está pasando es: “Con la crisis hemos recuperado algo que no debimos olvidar, que este es un país pobre y cutre”.
Esperpento, sátira, parodia, humor. “Yo diría que está entre la picaresca y el esperpento, dos géneros literarios exclusivamente nuestros”. “El humor es una apuesta arriesgada. El humor para distraerse no es sustitutivo de análisis serios ni de acciones radicales. Como ya me he reído, no hace falta que vaya a votar ni que me manifieste. No, no es eso”. “Lo que intento hacer es un retrato de un minuto que el realismo no me permite. La no reflexión es parte del juego”.
El detective sin nombre es peluquero de señoras pero no tiene clientela. Junto a su local, hay un enorme bazar chino que regenta la familia Siau. Alguna vez les vigila la tienda, pero intenta ser muy discreto porque no quiere que los otros comerciantes les acusen de “colaboracionista” con los chinos. El abuelo Siau, uno de los personajes más interesantes de la novela, lo tiene muy claro. “Entonces revolución; ahora vender baratijas”, dice. “Nos han tomado el número. Vieron que queríamos comprar barato y nos arruinaron”. La familia Siau se queda con la peluquería del detective para convertirla en restaurante.
La aventura se inicia cuando el detective busca a Rómulo el Guapo, compañero de manicomio, que ha desaparecido. Pero algo ha cambiado en la vida del loco. “Es el más marginal de los marginales, pero antes cuando salía del manicomio quería integrarse y ser aceptado, ahora no, lo da por perdido, por eso crea su propia sociedad. Sufre cierto desencanto que también puede ser el mío. Ahora ya no trabajo solo, se colectiviza”. El detective loco contrata a una tropa maravillosa: el Pollo Morgan, un antiguo timador que ahora trabaja de estatua viviente (doña Leonor de Portugal con bigote) en La Rambla; el Juli, un africano albino, también escultura humana (Ramón y Cajal); Pashmarote Pancha, que posee un centro de yoga; la Moski, que perteneció a las juventudes estalinistas y que se gana la vida tocando el acordeón en los chiringuitos de la playa; Mahnelik, un repartidor de pizzas subcontratado por Moski; Armengol, el propietario del restaurante Se Vende Perro, donde se reúnen, y Quesito, una niña de 13 años, la única que tiene móvil, que sabe conducir y abrir puertas con una horquilla. Son entrañables y dan buen rollo.
“El buen rollo es un concepto literario que no suele aparecer en la literatura, pero en El Quijote hay muy buen rollo y también en Dickens, que tiene esos personajes tan malos malísimos y esas mujeres tan perversas. El buen rollo es un valor literario”.
Buscan a Rómulo y se encuentran con algo muy gordo. El temible terrorista Alí Aarón Pilila prepara un atentado contra Angela Merkel en Barcelona. “Al elegir a Merkel como personaje me metí un poco en un lío. Podría haber sido el Papa, pero era demasiado obvio, u Obama, pero me pareció que ella reunía todas las condiciones. Hay que leerlo en clave de absurdo. Que nadie piense que esto puede ir en serio, porque es una patochada. “Si esta novela tuviera moraleja sería: ‘Y yo qué sé”. No hay ni un muerto en esta historia. “Llegas a una edad en que te das cuenta de que no hay que matar a nadie”.
A Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) no le molesta que sus novelas del detective sin nombre sean consideradas menores. “Son más fáciles de escribir y dan más dinero. La última novela que escribí con intención y ambición fue Mauricio o las elecciones primarias y está olvidada y marginada. Entonces pensé que me dedicaría a historias como las del loco”. Pero añadió la muy notable Riña de gatos en Madrid.
El autor de La verdad sobre el caso Savolta o La ciudad de los prodigios explica siempre que el libro que más éxito ha tenido es Sin noticias de Gurb, que se publicó por entregas en EL PAÍS. “El detective sin nombre es primo hermano de Gurb”.
Más de una vez ha pensado en dejar de escribir y dedicarse a otras cosas, dice Mendoza. “Pero mañana puedo pensar lo contrario. Pasé verdadero terror con El enredo de la bolsa y la vida. Tenía miedo de que saliera mal, de que le vieran las costuras y si esto sucedía con esta lo mismo les pasaría a las otras”.

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