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Viajar a Nueva York ha tenido siempre un componente especial para mi. Me enamoré de la ciudad durante mi primer viaje, cuando estudiaba la carrera de arquitectura, con mis compañeros y amigos para celebrar el "paso del ecuador". Desgraciadamente no conservo fotos de aquel maravilloso viaje pues se perdieron todas en la inundación de mi casa el 2002, pero recuerdo algunas en blanco y negro -yo en aquella época tenía un laboratorio fotográfico en mi casa- bajo las Torres Gemelas. Aquella vez fue, obviamente, la primera vez que subí a la torre mirador del Worl Trade Center como una de las muchas actividades que hicimos en la ciudad que descubríamos. Cada vez que volvía a Nueva York bajaba de nuevo a darme un paseo por las Torres Gemelas, por Century 21 que está enfrente, por la estupenda librería que estaba debajo... Allí era donde esperaba a mis amigos las últimos veces que fui antes de que derribaran el WTD y cambiara radicalmente el status quo mundial; me quedaba en la planta alta de la librería leyendo sobre la moqueta mientras ellos subían, miraban y bajaban, como hubieran dicho los romanos. Las Torres cayeron, el mundo cambió, sigo viajando a Nueva York y aún me enamora la ciudad. Y la vida sigue.
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