Se han prohibido las corridas de toros (gracias a dios) y se ha perpetrado la última corrida en La Monumental de Barcelona. ¿Cómo es posible no enterarse de tremendo notición? Los protaurinos, que los hay, estarán de luto, pero los antitaurinos, que los hay -y más- lo celebran como debe ser. Los toros, ellos son los que lo celebran a lo grande; por lo menos ya hay un lugar donde la supuesta fiesta nacional es non grata. A colación de este hecho, del tal José Tomás, su chulería y demás arcaica parafernalia, vuelven a salir artículos en los periódicos acerca de la libertad del presonal de asistir a una corrida de toros. La premisa es sencilla: al que le gusten que vaya y al que no que se quede en casa. Vale, entendido, parece lógico, sí. Pero, ¿y la libertad del toro? ¿y la salvajada que supone la tortura a un animal indefenso?
Ahora a esperar que la prohibición se extienda al resto del país. Yo lo celebraría.
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