Después de un aciago día me relajé en el Auditorio de Tenerife (la Calatravada), ahora llamado Ídem Adán Martín, para disfrutar de Rigolleto, estreno de la primera ópera del Festival de Tenerife de 2011. Como la ópera en sí es preciosa no haré comentarios sobre la maravillosa música, pero sí sobre la representación. El Tal Giancarlo del Mónaco es un hortera incorregible; ya nos deleitó con el bodrio de Madama Butterfly el año pasado, culo del tenor incluido, para volver con Rigoletto, mezclando épocas en vestuario más propias de un pastiche de carnaval que de una representación operística. Tetas, lacayos, libreas, bufón a rombos y vestimentas actuales, todo mezclado, como si se tratase de la elección de la Reina del Carnaval. Los cantantes bien, en general, pero la soprano, Gilda, hija de Rigoletto, magnífica. Nos queda Tosca, a ver qué tal.
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