sábado, 18 de enero de 2025

PROCUSTES


He vuelto al trabajo y contra todo pronóstico, esa es la verdad verdadera. Hace casi tres meses y medio hubiera jurado (y lo hice mentalmente) que jamás volvería, pero ya ven.
Quiero pensar que este tiempo de baja me ha servido para muchas cosas, la primera fortalecerme para poder sobrevivir entre alimañas -ahora alejado de aquel entorno tóxico-, para saber definitivamente lo que no quiero, para recabar mil datos sobre lo complicado que puede tornarse la vida y, por encima de todo, llegar al absoluto convencimiento que todo es como es, o dicho de otra manera que lo que es, es.

Almorzaba hace un par de días con mi amiga E y parte de la conversación versó sobre las enfermedades mentales, la locura, etc. Ella me decía que lo de llamar loca a la gente no es nada científico ni tiene que ver con la verdad, que las enfermedades mentales son serias y que el resto lo que tienen son trastornos de la personalidad, no locura, tales como narcisistas, sociópatas, psicópatas, egoístas exacerbados, celosos, manipuladores... Lo que podríamos resumir en malas personas o simplemente en hijos de puta; los enfermos mentales son otros, estos no, sentenció. 
Esto me llevó a pensar en el asunto y preguntarme ¿qué le mueve a esta gente, a la mala gente, a ser como son? No logramos llegar a una conclusión definitiva. 
Una vez leí la repuesta que dio un ¿psicópata? cuando le preguntaron ¿por qué haces esto? Respondió sencillamente: porque puedo.

Volviendo al principio, el trabajo, cómo no, la nueva realidad que se vislumbra es diferente, con más aire fresco, con más luz, con menos veneno o sin él; si el encaje de las piezas es perfecto lo dirá el tiempo. La complejidad o el estrés propio de cualquier responsabilidad se da por hecho y con ésta se puede, es más de lo mismo, está en nuestras manos saberlo manejar. Lo demás, lo que no depende de nosotros mismos, de nuestra entrega, de nuestra capacidad de trabajo o de nuestra implicación, es mejor aceptarlo como ajeno. No podemos con todo ni muchísimo menos con todos. Si es verdad que 2025 es el año del karma -lo más espiritual en lo que quiero creer-, me quedo tranquilo. El boomerang les llegará de vuelta a cada uno con la misma fuerza del lanzamiento, por lo menos; espero que los coja desprevenidos. Es lo que hay.

En 2022 mi familia mató a mi padre. 
En 2024 mis compañeros de trabajo intentaron matarme. 
En 2025 me verán como al Ave Fénix.

O todo o nada. Se acabó aquello de llegar al trabajo para encontrarme con el lecho de Procustes. A partir de ahora quiero mis pies, mis manos y mi cabeza intacta. 

PD. Estreno despacho mañanero, independiente, blanco, amplio, perfecto para poner ópera sin molestar a nadie, para aislarme. He necesitado algo más de tiempo para colocar las pantallas del ordenador sobre la mesa dada la disposición de la ventana y de la puerta, pero finalmente lo conseguí. Mi preocupación eran los altavoces, pero estos funcionaban ayer a pleno rendimiento. Cambios en la disposición de los muebles, algunas fotografías en las paredes y mi joya de mueble de arquitecto naranja, han logrado un entorno óptimo.
Encaminado queda todo, o eso parece.
Charlie Cunningham, *Minimum.

No hay comentarios: