martes, 12 de marzo de 2024

MARTES CON SABOR A LUNES


8°, mañana fría en La Esperanza. La más, hasta ahora.
Me despierto sin razón a las 3:30 de la madrugada para darme cuenta que han saltado los plomos, mi despertador está apagado y la habitación sumida en la más absoluta oscuridad. Palpo en busca del móvil y, con la linterna encendida, me acerco hasta el cuadro eléctrico en la cocina para comprobar que, efectivamente, uno de los diferenciales está bajado. Lo subo y nada, vuelve a su posición inerte. La cocina se enciende, al menos, única estancia de la casa donde hay electricidad. Empezamos bien, pienso. Dormí mal, como es costumbre, me duele el cuello, ídem, debo afeitarme con la linterna del teléfono en la mano izquierda y vestirme de igual modo, aunque por lo menos puedo hacerme un café y sentarme en la cocina a leer un rato hasta que sea la hora de bajar al garaje e incorporarme al flujo fantasmal de vehículos madrugadores.
La casa se cae a cachos, al menos la de encima. Goteras por todos lados; cuarto de baño, despacho, pasillo... Pasan los meses y nada ocurre. Una mañana me despertaré no porque se haya ido la luz sino porque se me habrá caído parte del techo encima. Sólo espero que, si es así, no sufra y sea rápido.
Llego a mi trabajo, me tomo el segundo cortado y me siento ante el ordenador para descubrir 7 ¿o han sido 8? mensajes urgentísimos para hacer y/o modificar este informe o el otro. Alguien que no vio antes lo que vio ahora, alguien a quien le gusta más esto así y no de otra manera. Estoy absolutamente harto, cansado, aburrido, desencantado, molesto, fastidiado, superado, ahíto.
Dimitió por “causas personales”, dijeron. Otros dirán que no aguantó más.

PD. Y todavía no he abierto el correo.
José González, *Killing for Love.

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