Viajé a Argentina hace unos años, justo antes de que las cosas se torcieran el el país andino. Desde El Calafate, visitado el maravilloso Perito Moreno -mi primer gran glaciar no superado por ninguno de los grandiosos en Alaska o Nueva Zelanda-, pensábamos continuar el viaje hasta Ushuaia, pero he aquí que empezó el quilombo y quebró Aerolíneas Argentinas, obligándonos a regresar a Buenos Aires.
Del viaje, que fue fantástico, recuerdo como si fuera hoy las conversaciones sobre política con nuestros amigos bonaerenses. Nunca hasta ese momento había conocido unos extranjeros que odiaran tanto a sus políticos. Parecía algo endémico, todos echaban pestes de sus presidentes; quizá era el inefable Menem quien habitaba la Casa Rosada en aquellos años.
Hoy la cosa ha cambiado poco y mejorado menos. Hoy el país se entrega rendido a un nuevo presidente mecido por los vientos del populismo, como mínimo. Habrá que ver en qué queda todo.
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