Conversaba ayer con una compañera de trabajo sobre "el ser anfitrión" o no. Me comentaba que a ella y a su marido les gustaba organizar cenas en casa y acudir a otras de amigos con similar plan. Una cena agradable, la preparación de un viaje, conocer una nueva, etc. Cualquier disculpa es buena para reunirse, ¿o no?
Me decía que, por otro lado, otros amigos cercanos no eran buenos anfitriones o, simplemente, no lo eran en absoluto. ¡Qué distintas somos las personas! concluyó.
Yo, de acuerdo con sus comentarios, recordaba aquellas cenas en Villa Titanic antes de serlo (de sumergirse), las que tuvieron lugar en Pin y Pon como sardinas en lata (desmayo incluido) o las últimas durante tantos años en Villa Augusta. Qué placer recibir a mis amigos.
Luego pasan los años, las cosas-casas cambian y poco a poco los encuentros se reducen, unos, y siguen sin ocurrir, otros. En mi caso particular espero que continúen, a pesar de la distancia.
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