jueves, 6 de abril de 2023

HELICÓPTERAS/OS


Conocer a una madre helicóptero, a un padre ídem, puede resultar una de las experiencias más desalentadoras de la vida, y lo digo como lo siento. Es como ver con tus propios ojos la tortura de la gota china, o la tortura china de la gota, que no es lo mismo pero es igual. Ver cómo esa madre, ese padre, esos torturadores le van absorbiendo la última gota a sus hijos, igual que un dementor, sin posibilidad de hacer nada. Estos helicópteros, ruidosos, zumbantes e inasequibles al desaliento, además, como no era suficiente, son cotillas y chismosos, gustan de contar sus "hazañas" al primero -pobrecito- que abra los ojos mostrando el más mínimo interés. Y ya están perdidos, en picado se lanzan a contar la batallita de turno, o peor, varias. 
Oír una conversación de este tipo te revuelve las tripas y te pone en una tesitura vital: a) vomitarle en la cara, b) darle un piñazo para que se calle de una p vez, opción esta última poco recomendable por las posibles consecuencias legales. El cenit de la gloria suprema lo sentimos cuando se encuentran dos helicópteros frente a frente, esa retroalimentación desprende la mayor de las energías que se conocen -energía negativa, of course. Ríanse de los aceleradores de partículas de estos dos perritos que asienten cara a cara.
- ¿Sabes que viene mi hijo/hija (X/Y) y ya le tengo preparada la semana: excursiones, comidas, cenas... sin tiempo para ver a sus amigos, pero ¡a sus padres no los ve desde hace un mes!
- ¿Sabes que ayer a X un paciente le dijo bla bla bla? ¿Que Y conoció a fulano de tal? Sí hombre, ese abogado tan conocido que bla bla bla.
- No me gusta nada la novia que se a echado X, es una mindundi.
- ¿El novio de la niña? un impresentable, fíjate que es bla bla bla... Yo no dejo ni que se acerque a casa, con eso te digo todo. Seguro que no tiene donde caerse muerto el chafalmeja ese.
Podríamos estar así horas y horas, todo son chismes, todo son críticas, todo es despellejar al que ose acercarse a sus hijos. Lo triste de esto es que, primero, ya en psicología se ha puesto nombre a este síndrome -mal empezamos-, y que los vuelo sobre las testas de los churumbeles no terminan ni cuando estos son adultos; ahí siguen estos padres y madres erre que erre, vuelo tras vuelo, vuelta tras vuelta, viviendo su vacía vida a través de las de sus hijos, asfixiándolos, anulándolos, alumbrándolos con esa luz salida del televisor de Poltergeits. 
A mi sólo me queda dar gracias de no haber tenido unos padres así, posiblemente hubiera desaparecido del mapa, que es la única, desgraciadamente, opción que tienen los hijos de estos tarados peligrosos.
Esta gente se reduce a algo tan sencillo como ser tóxico, y de estos, como de los agujeros negros, hay que huir como de la peste.

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