Si un desconocido te regala flores eso es impulso. Máxima sólo a la
altura de las enseñanzas de Otelo, quien gentilmente recordó que un
hombre se la juega en las distancias cortas. Y como hoy es el día en que
festejamos al romántico de Valentín, he decidido regalarte flores y jugármela en
el cuerpo a cuerpo.
Pero yo no soy un desconocido, dirás, ni esto una
flor. Pues no, te equivocarías de plano: el arte tiene esa capacidad de
transformarnos, ya no somos los mismos tras un feliz encontronazo. Es el caso
que me ocupa, de modo que soy, casi, un desconocido. Y este humilde
parrafillo es, casi, una flor.
Yo confieso, de Jaume Cabré, es
un cuadernillo de calibre tal que, si no fuera por la vehemente recomendación de
una buena amiga, disuade sólo tenerlo entre las manos. Por fortuna, soy un
buchón acreditado y tengo contactos de fiar. Un torbellino de historias y
vidas cruzadas en torno a un personaje central del que, como en un
caleidoscopio, emanan múltiples ramificaciones y amores y odios y esperanzas y
mentiras y pasiones diversas. Vas pasando las páginas y las vidas en las que ya
estás atrapado y no quieres que pare el tiovivo, así que ralentizas la lectura,
vuelves hacia atrás para recuperar ideas recurrentes, rememorar personajes,
revivir situaciones brillantes y tragedias oscuras. Aprovechas que la literatura
permite lo que la vida impide y te regodeas repitiendo momentos ligeros, o
densos; los saboreas de nuevo muy despacio agradeciendo tanto el impulso
creativo, el genio del amigo Cabré, como la fortuna de haberme cruzado con
esta querida amiga que, en la distancia corta, se acordó de regalarme este
tesoro.
By Javier Pérez-Alcalde.
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