01 julio, 2011 - 01:11 - Juan Cruz
El insulto como estrategia
Alguna vez habría que encerrar a los que insultan en el ring de su insulto, a ver cómo salen de él, cómo consiguen escapar del aire pútrido de su chantaje. El insulto no es necesariamente un elemento derivado de la crónica cotidiana; es sutil y escondido, y a veces surge, diáfano y oscuro a la vez, locuaz e hipócrita: está bien que se refiera a otros, pero que no me toque a mi, parece deducirse de la actitud de los que insultan. Qué bien que les toque a otros, parece colegirse de esas actitudes. Bueno, pues estos días que parece que en la cuesta abajo a Zapatero le cae de todo porque tendría que caerle, y no sé por qué han de ser tan groseros que hasta le desean, o le aconsejan, la muerte, el insulto le cae de lleno como si lo mereciera. Yo creo que nadie merece insulto; si acaso, análisis, estudio, contraste. En fin. Pero ahora que he vuelto a casa de una jornada llena de avíos, algunos placenteros y la mayoría no, leo en la prensa de Internet que a un comentarista norteamericano de la televisión lo han sancionado en su trabajo porque ha insultado (lo ha llamado capullo) al presidente Obama. Qué pasaría aquí. Se quedarían las televisiones (la TDT, sin duda) y muchas radios, y un buen número de periódicos, sin género, pues en todas partes se insulta ya (lo llaman cadáver, moribundo, ser inservible, capullo incluso) al presidente como si fuera una goma de borrar que ni borra. Triste país que ha hecho del insulto uno de los derechos humanos. Una estrategia de chantaje para que el otro ni chiste.
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