Mañana fría, 7°, suelo mojado. Escucho el Quinteto para Clarinete de Weber y me fino en la fauna solitaria que puedes ver en tu jardín una madrugada cuando aún no ha salido el sol, desde algunos ciempiés negros hasta un solitario caracol con su lento andar y quién sabe si una pequeña araña despistada. Me viene a la cabeza, al pisar descalzo el frío suelo de piedra, algo que leí hace un par de día sobre la inefable Tamara de los c, el ubicuo personaje, que decía haber pasado unas vacaciones con su no menos inefable novio, al que desgraciadamente nos acostumbraremos a tener hasta en la sopa, así es España, ¡España!, en el Polo Norte. Indagué en busca del nombre del hotel o, al menos, del lugar en el Polo Norte que recibe a turistas pijos y ricos, o ricos y pijos, que no es lo mismo pero es igual, para descubrir que se trataba de la Laponia finlandesa. Y pensé, si a la parte finlandesa de Laponia en el Círculo Polar Ártico se la denomina Polo Norte, a la ídem sueca también. así que nosotros, que estuvimos hace algunos años en Kiruna, al norte de Suecia, en el Círculo Polar Ártico, pura Laponia, viendo también auroras boreales, estuvimos de hecho en el Polo Norte. A partir de ahora nada de decir Laponia o norte de Suecia o Kiruna, ni de coña, ¡hemos estado en el Polo Norte! Claro que nadie tiene por qué saber lo que nos costó nuestro viaje, nada que ver con lo que deben haber desembolsado aquellos personajes en Finlandia, el top según parece. Bueno, eso es lo que tiene nacer con un pan debajo del brazo; ¡cómo un pan!, con una panadería.
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