Me reincorporé ayer al Ayuntamiento, como estaba previsto. Nada más llegar, hacía mucho frío, me dispuse a contestar los correos pendientes y a elaborar una lista de todo el trabajo pendiente, expedientes más urgentes, citas apuntadas, visitas de obra, etc. Poco a poco fue llenándose de gente que quería hablar conmigo de una cosa u otra: compañeros aparejadores, administrados, el concejal de urbanismo y otro más, el alcalde, un par de contratistas, ingenieros, etc. Hubo un momento que hasta me reía imaginando la famosa escena de los Hermanos Marx. Finalmente logré salir de la oficina, sano y salvo, un poco antes de las 3 de la tarde, exprimida la última gota pero feliz por haber estado a la altura.
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