Hace casi diez años tuve una conversación con alguien de quien he terminado siendo buen amigo; me decía que yo era una persona peculiar y que no hacía sino darle vuelta a la cabeza para catalogarme. Me hizo gracia y me intrigó su comentario, pero lo dejamos ahí. Al cabo de unos días me dijo: ya lo sé, ¡eres una persona feliz! El tiempo ha pasado y la vida ha continuado al mismo ritmo, día a día, año tras año. Atrás han quedado muchas cosas y, supongo, habrán llegado otras nuevas.
¿Sigo siendo un tipo feliz? Me da miedo buscar la respuesta.
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