jueves, 11 de agosto de 2011

PALENCIA, TIERRA DE BISONTES

Después de mil años, el 'Bison bonasus' vuelve a España. En la nueva reserva de San Cebrián de Mudá, una manada traída de Polonia campa a sus anchas
RAFAEL RUIZ - 06/08/2011

Cuando saltó la noticia el verano pasado, tuvo su impacto, acompañado de sorna e incredulidad, pero también de simpatía. Así lo recogía El Norte de Castilla el 5 de junio de 2010, bajo el titular 'San Cebrián de Mudá, tierra de bisontes': "Eran las 18.10 horas de ayer cuando las campanas de la iglesia comenzaron a sonar anunciando la llegada de los bisontes polacos. Hora y media más tarde, los siete ejemplares europeos, tras cuatro días de viaje y más de 5.000 kilómetros, corrían ya por la Montaña Palentina".
Así que allá fuimos. Pues a la lista de linces, águilas imperiales, quebrantahuesos, lobos y osos pardos -todas especies amenazadas, iconos de nuestra fauna ibérica en alerta roja- se sumaba ahora un "amigo" nuevo de gran cabezota, el bisonte europeo, del que quedan solo unos 4.000 ejemplares en el mundo y cuyo último animal en libertad murió en 1927, en el Cáucaso.
¿Quién está detrás de todo esto? ¿Quién ha urdido este plan para contribuir desde Castilla a la recuperación de este ungulado y, a la larga, para estudiar la viabilidad de reintroducirlo en la Cordillera Cantábrica? Contactamos con Jesús González, alcalde de San Cebrián de Mudá (Palencia) y padre del proyecto: "Vengan por la mañana, pronto, que luego entra el calor y los bisontes se meten en el monte y ya no se les ve. Y además yo me tengo que ir a recoger yerba, a empacar". Este locuaz hombre de 55 años, que fue minero (barrenista) y desde hace 20 años es alcalde socialista de este municipio de 191 habitantes repartidos en cinco pueblos, vio en los bisontes una apuesta de futuro y desarrollo sostenible (términos que ahora se usan mucho) para su tierra. Ha pasado muchos años empeñado en demostrar que crear una reserva de bisontes era factible y no la quimera de un Quijote de montaña.
Tras múltiples debates e incomprensiones, dimes y diretes, tiras y aflojas y vaivenes, llegaron los bisontes polacos a esta reserva de 20 hectáreas, colindante con el parque natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre, en el entorno del parque nacional de los Picos de Europa. Y ahí están para solaz y concienciación de propios y visitantes, generando eslóganes, del estilo de "Después de mil años vuelve el bisonte a España" o "Está aquí, admíralo".
La Operación Bisonte ha supuesto una inversión de millón y medio de euros, procedentes sobre todo de los Fondos Miner, llegados de Europa para compensar el cierre de minas de carbón poco rentables económica y ecológicamente, y la Junta de Castilla y León.
Los 12 que se salvaron
Antes de acercarnos a la reserva, nos cuentan las peripecias del mamífero europeo terrestre salvaje de mayor tamaño en el centro de interpretación y recepción -el BisonBonasus, bautizado como el nombre científico del animal-. Alejandro Prada es un joven albañil que los fines de semana se presta voluntariamente a introducir a los visitantes en el apasionante mundo de los bisontes. Él y un vídeo sencillo y acertado explican bien que ahora el gran problema de esta especie es su consanguinidad, pues los 4.000 ejemplares proceden de solo 12 animales, los que en 1919 se guardaron para evitar su extinción visto el cariz que tomaban los acontecimientos. De ahí la importancia de distribuir la especie en diversos puntos y países, para evitar que cualquier contratiempo, en forma de desastre o epidemia, merme dramáticamente su futuro.
Jesús González, el alcalde, al que parece que nada se le pone por delante -un poco lo mismo que a los bisontes, de espectacular contundencia y energía-, despliega sus intenciones e ilusiones: ampliar la actual reserva de 20 hectáreas a 250 y traer uros y caballos Przewalski (variedades salvajes de toros y caballos), y trabajar en red con las cuevas prehistóricas de Altamira (Cantabria) y Tito Bustillo (Asturias), donde animales así quedaron impresos para la posteridad en pinturas, para ofrecer algo completo, cultural, natural e interactivo a los turistas. Seguro que tiene en mente ese panel del centro de visitantes que, bajo el epígrafe Turismo en el mundo alrededor del bisonte europeo, da cuenta de las principales bazas de este animal: Bialowieza (Polonia), 10.000 hectáreas, 700 bisontes, 100.000 visitantes anuales; Springe (Alemania), 30 bisontes, 30 hectáreas, 100.000 visitantes anuales; Eriksberg (Suecia), 60 bisontes, 1.000 hectáreas, 60.000 visitas.
"Tras el cierre de las minas, esto se moría. Ya no podemos plantearnos la vida en los pueblos con el esquema tradicional de agricultura/ganadería. Aquí solo hay cuatro vecinos que viven de la ganadería, uno con ovejas y tres con vacas, más algunos más, como yo, que completamos los ingresos segando y recogiendo hierba seca", cuenta el alcalde. Había que buscar otras vías acordes con los nuevos tiempos. "Yo lo vi como una oportunidad para no perder el tren. El bisonte es nuestro altavoz". Y remata: "Hay que apostar por un modelo productivo basado en la valorización de los recursos de la Montaña Palentina. Durante siglo y medio vivimos bajo tierra; volvamos al cuidado de los recursos naturales y démosles valor", se explica el exbarrenista.
Así que ahí están unidos por el destino un minero prejubilado, un pueblo palentino que languidecía como tantos en Castilla y León y un ungulado miope lleno de incógnitas; pidiendo a los turistas, a la gente de ciudad, que participen y contribuyan a darles esperanzas.
Y allá subimos con Jesús, a la reserva, un tranquilizador robledal con alguna pradera, algún arroyo, algunos avellanos y acebos, a 1.200 metros de altura, habitado ahora por seis bisontes adultos y dos crías: Cipra y Ciprés. Lamentablemente, a finales de junio, murió una hembra de las que llegaron de Polonia.

Golondrinas y cigüeñas
San Cebrián de Mudá es un agradable pueblo lleno de golondrinas y cigüeñas, situado entre dos importantes localidades palentinas, Cervera de Pisuerga y Aguilar de Campoo. El tramo desde el centro de visitantes, situado a la salida del pueblo, hasta la reserva puede hacerse andando, en bicis alquiladas, en carreta tirada por caballos o en todoterreno con conductor.
Lo primero que se ve: dos modernas y racionalistas construcciones de madera, para guardar yerba y pienso, más un refugio/comedero donde baja la manada a completar su dieta. Jesús González les llama con la promesa de una buena ración de pienso: "¡Toma, ven, toma, bonito... Ven, toma, ven!". Y sigue explicando sin parar: "Es animal gregario; siempre va en grupo, con una hembra como líder, lo que hace que solo pueda sufrir el ataque de osos y lobos en circunstancias excepcionales, o ejemplares aislados o debilitados".
Vamos prevenidos: al ser una reserva donde los bisontes campan más o menos a sus anchas, no hay seguridad 100% de que todos los visitantes vean a los animales. Lo avisan los folletos: "No se trata de un zoológico ni una exposición de animales vivos, es un concepto diferente. Allí el bisonte vive en libertad. Es probable que puedas verlo pastando en la pradera o vislumbrarlo a lo lejos, en el interior del bosque. Sé paciente y disfruta del entorno; solo el paseo habrá merecido la pena". Pues nada, a disfrutar.
De repente el aire del monte se impregna de algo distinto, algo sorprendente y en cierto modo desazonador, algo a lo que no estamos acostumbrados. Son animalotes que impresionan -en torno a 700 kilos y dos metros de altura-; a los que llaman los grandes desbrozadores del monte, por su capacidad de comer incluso leñosas, lo que les convierte en un seguro antiincendios y de limpieza del bosque. Seres a los que hace un siglo consideramos que debían desaparecer de nuestro hábitat europeo y con los que ahora tratamos de convivir de nuevo.
Huele profundamente a animal. Y el alcalde concluye: "En estas montañas tenemos ciervos, corzos, rebecos, lobos, osos..., que prueban su saludable estado de conservación. ¿Por qué no vamos a tener bisontes?".

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