Heme aquí de nuevo en el aeropuerto, esperando el vuelo de las 12 a Gran Canaria sin que, en principio, se prevea retraso por el conflicto entre AENA y los controladores de vuelo. Cuando hay estos problemas con el personal del que, de una forma u otra, depende el funcionamiento de un aeropuerto, los sufridores pasajeros somos los que al final pagamos el pato. Pero, ¿y a quién le gusta que le bajen o le congelen el sueldo? ¿a quién le gusta que las mejoras conseguidas con los años desaparezcan o se vean reducidas? Seamos honestos, a nadie. Todos queremos seguir como estamos, y si hay cambios que sólo sean para mejorar.
Pues aquí estamos, viendo pasar a los pasajeros, unos abrigados y otros menos, gente sola hablando por el móvil -los más-, gente sola leyendo -los menos-, un piloto despistado con su uniforme de contralmirante (proverbial delirio de grandeza el del personal), mucha animación en cualquier caso.
Hoy parece que no habrá retraso, efectivamente, pues la cola de mi vuelo ya está formada como es de rigor. Haré yo lo mismo para poder dejar la maleta de mano sobre mi asiento. ¡Feliz vuelo!, que diría el master & commander de mi aircraft con sus dos exits sobre los planos, que no alas. Como ven ya son muchos vuelos y uno domima a la perfección la literatura del lenguaje aeronáutico.
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