Después de un fin de semana largo y extraño, largo por obvio y extraño porque dormí más de la cuenta, como no recordaba antes y pude, finalmente, acabar un plano de urbanización que se me había quedado atragantado; cuando se pierde el romanticismo de la profesión, que no la vocación, es lo que pasa. Cada vez se hacen más cuesta arriba ciertos trabajos, de eso no hay duda.
Conversábamos ayer en un agradable almuerzo entre amigos que me sacó de casa acerca de la jubilación, a colación de un grupo de conocidos jubilados que habían encarado esta nueva etapa de diversas maneras. Pueden pasar muchas cosas imprevistas que cambien mi concepción de la jubilación, no se puede asegurar lo que no ha ocurrido, pero como el futuro no existe -el futuro es hoy-, suspiro por jubilarme ya, por recuperar el tiempo perdido, por tener tiempo para mi, por olvidarme del trabajo, por dormir más, por no recordar el contrarreloj ni las fechas. Estoy casi seguro que yo aportaría una nueva cifra a la estadística de los que entran en una etapa de felicidad al jubilarse.
Ésta será una semana corta, espero ajena a la brujería.
Música para un martes con sabor a lunes, uno de mis favoritos: el maravilloso y triste concierto para violín de Sibelius.
♫
Sibeluis, *Violin Concerto in D Minor
(Alegro Moderato).
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