Una mañana de viernes puede dar para mucho, y así fue la mía ayer. A hora temprana salí en coche a tomarme un café y después a revisar mi apartado de correos, donde recogí el libro Tommy's Tale, del que comenté algo ayer. Vuelta a casa, cambio de coche por moto y a Santa Cruz. Allí debía comprar un par de libros para regalar hoy, uno a mi padre y otro que debo, Aproveché también para pasar por la sala de exposiciones de Cajacanarias para disfrutar de la maravillosa exposición del ídem fotógrafo Chema Madoz. Allí estuve un buen rato, paseando por sus salas y escrutando cada fotografía como si de un óleo renacentista se tratase. ¡Qué bueno es este tipo! De la exposición al banco, amena conversación sobre música clásica con mi amiga la subdirectora, firma de papeleos varios y de nuevo sobre la moto, esta vez para llegar directamente a casa de unos amigos donde tenía previsto almorzar y, de camino, hacer un poco de bricolaje, como así fue. Solo faltó un café con un amigo, que estaba previsto en medio de tanto ir y venir, pero que no fue posible. Ya después, entrada la tarde, volvía por la autopista a mi casa, para terminar el día leyendo plácidamente la revista QUÉ LEER, algo de Irène, escuchando música barroca y viendo finalmente "La flor de mi secreto" de Pedro Almodóvar, antes de acostarme.
Ahora, en pie desde las 5 porque mis perritas no entienden de fines de semana, ellas vuelven a dormir como un tronco y heme aquí escribiendo a ver si me vuelve el sueño, cosa que sé no ocurrirá. En la mesa de noche, preparado para la guerra, tengo el iPad y el neoyorquino libro de Elvira Lindo: me espera un resto de madrugada muy entretenido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario