Un triunfo de los obispos
El fin de Ciudadanía y una alternativa a la clase de Religión, viejas demandas de la Iglesia ahora satisfechas.
J. A. Aunión Madrid 4 DIC 2012 - 22:03 CET
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/12/04/actualidad/1354651990_848402.html
El proyecto de reforma educativa que impulsa el Gobierno de Mariano Rajoy recupera la asignatura alternativa a la Religión que se perdió con la reforma de los años noventa y elimina completamente la polémica materia de Educación para la Ciudadanía. El estatus de la asignatura de Religión siempre ha sido uno de los grandes caballos de batalla educativos de los obispos católicos españoles, así que lo fue también durante la negociación en 2005 y 2006 con el Gobierno socialista de la ley escolar hoy en vigor, la LOE, aunque entonces se añadió su rechazo a la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
Los obispos querían que la materia confesional fuese evaluable y contase para la media y tuviera una asignatura alternativa fuerte, para conseguir así atraer a más alumnos a la materia confesional. Además, rechazaban una asignatura sobre valores que pudiera en algún caso cuestionar sus postulados —el cardenal Rouco declaraba que "invade totalmente" la libertad religiosa y el derecho de los padres a la educación moral de sus hijos—, aunque llegaron a proponer que una similar a Educación para la Ciudadanía fuera esa ansiada alternativa a Religión, según varios de los participantes en aquellas conversaciones. En todo caso, la ley se aprobó sin alternativa a la Religión y, en sus desarrollos, que es donde se establece el resto de cuestiones, se acordó que en secundaria la nota de la materia confesional contase para repetir curso o no (se repite con más dos o tres suspensos, dependiendo de la decisión de los profesores), pero no contaría para hacer media, por ejemplo, para conseguir becas. En primaria, no cuenta la nota tampoco para repetir.
Ahora, el proyecto elimina completamente Educación para la Ciudadanía, que en una propuesta inicial del ministro de Educación, José Ignacio Wert, se había mantenido en la ESO con el nombre de Educación Cívica y Constitucional sin “contenidos polémicos”, en palabras del ministerio. Y la asignatura alternativa a la Religión que se resucita tiene unos nombres que recuerdan mucho a los contenidos de aquella perdida Ciudadanía o de la antigua Ética: se llama Valores Culturales y Sociales en primaria y Valores Éticos en secundaria. En bachillerato, la materia continúa sin alternativa, y se ofrecerá en el bloque de materias específicas, es decir, de las que se pueden elegir dentro de cada modalidad.
En cuanto a su evaluación, para saber si contarán la Religión y su alternativa para las medias o para repetir curso, habrá que esperar a los desarrollos. De momento, el anteproyecto dice lo mismo que la LOE: que “la enseñanza de la Religión católica se ajustará a lo establecido” en los acuerdos con el Vaticano. Sí se añade un horario mínimo en primaria y secundaria: el “equivalente a la carga horaria media del resto de asignaturas ofrecidas en el bloque de asignaturas específicas”, como son Plástica o Educación Física.
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El analfabetismo religioso
España un Estado laico, qué sarcasmo. Aquí se confunden actividades y fines religiosos y estatales. Se incumple el principio de neutralidad: el Jefe del Estado nombra al arzobispo castrense con rango de General de División.
Juan G. Bedoya 4 DIC 2012 - 23:33 CET
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/12/04/actualidad/1354651033_576849.html
Vengan leyes. Estatuto de Centros, LODE, LOE, LOGSE, LOCE, LOMCE… Dice un axioma militar que órdenes y contraórdenes sobre un mismo escenario producen siempre el caos. El desorden. Después de décadas de enseñanza religiosa en mano de docentes de catolicismo seleccionados por los obispos, pero contratados y pagados religiosamente (nunca mejor dicho) por el Estado, nadie duda del derrumbe de la cultura cristiana. Incluso lo afirma la Conferencia Episcopal, que acaba de hablar de “emergencia educativa”. La jerarquía piensa incluso que España “necesita ser misionada”. A ese precipicio les ha llevado su “escuela cristiana”.
Es lógico que los obispos clamen al cielo por esta situación y presionen al Gobierno de Rajoy —uno de los suyos— hasta el colmo de sus deseos. La perplejidad es mala consejera. El analfabetismo religioso de los jóvenes no se despacha volviendo a un modelo tan estrepitosamente fracasado. Si hacemos caso al mismísimo Benedicto XVI, la antaño Reserva espiritual de Occidente, gobernada moralmente por la Iglesia católica (el sucio contubernio nacionalcatólico, de 1936 a 1975), es hoy una viña devastada por los jabalíes del laicismo y el ateísmo. ¿Cómo ha sido posible, si esta confesión está siendo tratada con mimo y privilegios, incluso por Gobiernos que se han dicho laicos y de izquierda? Es misterio que debería hacerse estudiar el episcopado.
Además, están las maneras. Reforzar el monopolio que han tenido sobre la moral y la ética de millones de estudiantes deja en muy mal lugar principios de los que los políticos gustan de presumir. También sufre la verdad. Los obispos se comportan como esas fortalezas sitiadas que tienen el enemigo fuera pero también intramuros. Aquí se ha oído de todo, en la prensa católica y fuera. Nada ha sobrado para convencer al Ejecutivo de que no había más remedio que atender las pretensiones de las sotanas. Que si el PP asumía los principios socialistas (incluso aquella tontería que hizo escuela: “Más gimnasia y menos religión”); que si Zapatero convirtió “en héroes a los alumnos que querían clase de religión”, que si la crisis se ha podrido por falta de formación católica...
También han clamado que España es un país de pandereta por no cumplir un concordato internacional de alto rango, pensando en los acuerdos firmados por España y el Vaticano tras la muerte del dictador Franco. Estaría bien que se cumpliesen de verdad, sobre todo el Acuerdo Económico, en el que la Santa Sede se comprometía a autofinanciarse.
España un Estado laico, qué sarcasmo. Aquí se confunden actividades y fines religiosos y estatales. Se incumple el principio de neutralidad: el Jefe del Estado nombra al arzobispo castrense con rango de General de División. Se pisotea el principio de igualdad tributaria: los católicos dedican el 0,7% de su IRPF a financiar a su religión sin pagar ni un euro más que el resto de los contribuyentes. Se ignora el principio de laicidad: el Estado paga para que los obispos evangelicen a los niños en las escuelas, nombrando o echando a sus docentes profesores sin control. La Iglesia romana manda y el Estado paga, haciéndose cargo, incluso, de indemnizaciones millonarias porque hay prelados que despiden a sus docentes de catolicismo por casarse con divorciados o, sencillamente, por irse de copas con los amigos.
Todo es anacronismo. La educación en una fe religiosa (catequesis, en griego) debería pertenecer a otro lugar y a otros protagonistas: templos, sinagogas, mezquitas, etcétera. En cambio, los obispos exigen —y el Gobierno cede— que sus clases tengan carácter académico y sean evaluables, con una asignatura alternativa a la misma hora, a ser posible la matemática, no sea que a los chicos les espante más la oferta episcopal. Es como si, porque unos van al fútbol, el resto del alumnado tuviera que jugar al rugby.
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