Los domingos duermo mal, siempre. No hay que ser psiquiatra para saber que la razón es obvia, hoy es lunes y la cabeza lo sabe. Se termina el fin de semana y de forma automática mis pensamientos empiezan a desviarse y bullir sin necesidad ninguna. Es lo que hay.
Hoy no me he afeitado, no me apetecía. Me levanto con la noticia del triunfo de Carlos Alcaraz y su flamante nº1 del tenis mundial, que ayuda a mitigar el pesar por la temprana pérdida de Javier Marías, me siento a trabajar en mi despacho sin antes derramar el café sobre la pernera izquierda de mi vaquero, el piano de Chopin de fondo y ganas ningunas. Me aguarda una licencia compleja, una prescripción retrasada y un informe largo en busca de una subvención para terminar la mañana con una visita de obra que, esperemos, de por terminada una obra.
Se acercan las vacaciones, por fin, que aunque cortas llegan como agüita de mayo. Para después queda todo aquello que me he propuesto y que ya se verá si lo cumplo: volver a nadar de forma periódica, continuar con los ejercicios de fuerza en casa y, como me aconsejaron la semana pasada, concentrarme en aquello que me gusta mientras lo hago para que lo demás no ocupe mi cabeza innecesariamente.
> Difícil lograrlo...
> Claro, ¿y quién dijo que sería fácil?
♫
Ella Fitzregald, *Let's do it.
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