Ser jefe es difícil, no nos preparan para ello ni durante la carrera ni después, cuando uno, ya talludo, comienza el trabajo en la calle, ora privado, ora público. Si por un lado tenemos al Promotor preocupado y expectante por la concesión de la licencia de obra, por otro tenemos al político, desesperado -más que preocupado- porque las cosas salgan bien, a su tiempo, o sea ayer, sin problemas con los vecinos y con una Dirección de Obra a la altura pero sin dejar el despacho, porque a un funcionario público se le presupone ubicuo, para empezar, a la par que presente en la boda, en el entierro y repicando al mismo tiempo.
¡Te toman el pelo! me dicen, dejándome la cara colorada.Esto está mal, y aquello también, ¡es que no te impones!El arquitecto (sin dejar de repicar) debe estar en esa reunión porque "como se te da bien escuchar y buscar soluciones..."Si subes a recabar información no dudes en que te atienda X, no Y que te va a decir que no. Es que X lo firma todoTen cuidado, éste lo firma todo.¿Y no te atendieron? Es que el arquitecto está más fuera del despacho que sentado trabajando; así va la Administración.¿Viste las obras? Un desastre, todo mal, pero ¿dónde andará el arquitecto? seguro que dirigiendo la obra desde su despacho, vaya fundamento.Míralo, todo el día en las obras y descuidando su despacho, vaya fundamento.Recuerda que tienes una reunión a las 11, otra a las 12 y a la 1 debes visitar tal casa.¿Estás en tu despacho? ¿y cómo no has ido a comprobar lo que hablamos ayer, y mañana?¡Qué educado! Me lo resolvió todo.Pobre, le toman el pelo, es que no se impone.
Así pasan los días, de obra en obra y tiro porque me toca mientras que también de silla en silla y también tiro porque me toca, paso por la casilla de salida, me echo agua fría para despejarme, lo firmo todo, lo oigo todo y todo lo dirijo.
Menos mal que, por lo menos, me saludan al cruzarse por la calle.
¿Y si también durmiera bien? Lo sé, es pedir demasiado.
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