Los accidentes por sobreesfuerzo
físico y mental son la principal causa de baja laboral en España.
Madrid 1
MAY 2018 - 09:10 CEST
https://elpais.com/economia/2018/04/16/actualidad/1523902874_185578.html
El cuerpo de Raquel Martín recuerda de memoria los movimientos que hace al trabajar. En el salón de su casa en Torrejón de Ardoz, sube los brazos y los baja, mete, tira, sacude y presiona para mostrarlo. De 6.30 a 15.00, todas las semanas, lo repite y vuelve a empezar como en una coreografía. Lleva 40 años en la misma empresa de embutidos, cobra 1.200 euros al mes y desde el pasado diciembre está de baja por sobreesfuerzo, el tipo de accidente laboral con baja más frecuente en España.
En 2017 los accidentes laborales
con baja por sobreesfuerzo físico o mental en el trabajo —es decir, el esfuerzo
que supera los límites que permiten a un empleado volver al día siguiente en la
mismas condiciones— afectaron a 191.397 trabajadores, según las cifras
provisionales del Ministerio de Trabajo. Estos datos representaron el 38% del
total, aunque para la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo el
porcentaje desciende cuatro puntos. Es la principal causa en España de baja
laboral y en los últimos diez años ese porcentaje se ha movido entre el 36,7% y
el 39,8%.
El año pasado en toda España se
registraron 503.749 accidentes laborales con baja (sin incluir los
causados in itinere, al ir o volver del trabajo), el 5% más que el
ejercicio anterior, de los que 3.796 se consideraron graves (una subida del
7,1%) y 484 resultaron mortales (ascenso del 1,7%). La inmensa mayoría de los
accidentes por sobreesfuerzo es catalogada como baja leve; de las 191.397
registradas en 2017 solo 188 fueron graves. Del total de los trabajadores que
causaron baja por sobreesfuerzos, 187.788 lo hicieron por cargas excesivas que
les ocasionaron lesiones en músculos o huesos (crecen el 1% con respecto a
2016). Otros 534 sufrieron traumas psíquicos.
Para Pablo López Calle, sociólogo
de la Universidad Complutense de Madrid, las enfermedades profesionales y los
accidentes laborales están directamente vinculados con la intensificación del
trabajo: “A medida que los trabajos se reducen, el empleo escasea, la gente
está más presionada a trabajar a ritmos más altos y a velocidades mayores”,
explica el sociólogo por teléfono. Y aunque sostiene que el trabajo es central
para la integración de la gente en la sociedad, su independencia y su
autonomía, asegura que cada vez hay menos puestos que aseguran esas
dimensiones.
“La crisis ha afectado a la
empresa y para nuestros cuerpos también ha sido una bajada brutal”, comenta
Martín en el salón de su casa. Cada vez que se levanta de la silla, cojea al
caminar. No es la primera vez que está de baja por sobreesfuerzo: dos veces la
operaron de los meniscos, pasó tres meses con los tendones del codo inflamados
y sufre dolor crónico de espalda. “Estamos hechos polvo”, se queja.
Con 3.111 accidentes cada 100.000
trabajadores, España dobló en 2014 —últimos datos publicados por
Eurostat— la media europea. Ese año, se ubicó por detrás de Francia
y Portugal y por delante de países como Dinamarca, Estonia y Hungría. El mismo
índice se situaba en 2012 en 2.849 accidentes por cada 100.000 trabajadores en
España, el mínimo desde que comenzó a medirse en 1988. En 2017, la tasa subió a
3.334 accidentes por 100.000 trabajadores. Eso, según Pedro Linares, secretario
de Comisiones Obreras, no refleja “todos los daños a la salud que se producen”.
“Muchas enfermedades que se están tratando en el sistema público no tienen el
reconocimiento como enfermedad profesional o relacionada con el trabajo”,
argumenta. El Ministerio de Empleo ha declinado comentar las cifras.
Pilar Casorla, una camarera de
piso de 43 años, está de baja desde hace más de dos años. En 2016, una empresa
externalizada le pagaba 600 euros mensuales por limpiar al menos 24
habitaciones al día sin ayuda. Tenía un contrato de seis horas, pero siempre
trabajaba más; no le permitían comer, solo beber agua, y a veces no descansaba
ni un día a la semana, según cuenta. A eso se sumaba la tensión de hacerlo
rápido y bien, de subir y bajar, de cargar camas supletorias y dejar todo listo
antes de que llegaran los clientes. Como negarse a trabajar más horas o
quejarse por algún dolor podía suponer perder el trabajo, exigió su cuerpo
hasta el final. Así, terminó con los tendones de la mano pegados y un 33% de
discapacidad en la mano derecha por sobreesfuerzo. Diez años antes, cobraba el
doble por la mitad de trabajo.
Cuando hay desempleo y
precarización, la competencia se intensifica, señala López Calle. En los
puestos de trabajo descualificados —aquellos con tareas repetitivas y
estandarizadas, en las que los trabajadores tienen poca autonomía y capacidad
de negociación— los empleados pueden ser sustituidos más fácilmente y,
entonces, lo que resta es competir en términos de carga de trabajo, de
velocidad, de esfuerzo, de disponibilidad y de trabajo nocturno.
Aunque López Calle reconoce que
también existen bajas injustificadas, advierte de que eso no puede tapar el
fenómeno general. El sociólogo señala que la precariedad oculta muchas
enfermedades que los empleados no manifiestan para poder seguir trabajando. Y
además apunta a la fatiga como un fenómeno que no siempre aparece en la
coyuntura: “La acumulación de los esfuerzos no siempre se manifiesta en la baja
laboral. En trabajos que exige mucho esfuerzo físico y mental, las edades
medias de la población son bajas”.
Raquel Martín, que ha visto la
devaluación de su trabajo a los largo de los años, no se resigna: “Sigo
trabajando porque me hace falta”. Siente su cuerpo destrozado y recuerda:
“Cuando eres joven puedes con todo y solo quieres que te caiga dinero al final
del mes”. Pero cuando piensa en toda la salud que ha dejado en el camino siente
rabia y coraje: “Después de tantos años, nos vamos con un montón de dolores a
casa y sin un duro”.
MENOS TIEMPO, MÁS TRABAJO
Javier Llaneza Álvarez,
presidente de la Asociación de Ergonomía de España, resume el fenómeno en una
ecuación: “Menos tiempo, menos recursos, más trabajo”. El sobreesfuerzo también
aparece en puestos mejor cualificados, aunque como traumas psíquicos y de agotamiento,
que están ligados a la demanda de rendimiento y de compromiso. Álvarez indica
que en los niveles más altos de la jerarquía a muchos trabajadores “se les
exige como si fueran accionistas”. Aunque estos accidentes representan un
porcentaje menor, en 2017 hubo 545 bajas por ese motivo, según datos del
Ministerio de Trabajo.
“Es cuestión de que las
organizaciones apliquen nuevas técnicas para mejorar las condiciones sin
disminuir la rentabilidad”, señala Álvarez. Pero el ergónomo critica que la
salud de los trabajadores no siempre es la prioridad en muchas empresas. Esa
responsabilidad, se carga sobre los empleados, que para ser más resistentes y
productivos deben hacer más ejercicios, aprender técnicas de respiración y
concentración y alimentarse mejor. “Te dicen que tienes que ir al gimnasio,
pero termina siendo una actividad de negocio. La gente va corriendo en la hora del almuerzo o a la
medianoche”, ejemplifica Álvarez.
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