El cerebro debe mandar, lo sé, pero cuesta mucho ser siempre una persona equilibrada, ver los elementos que están en juego y no sufrir, aunque sea un poco, por el devenir de los acontecimientos.
Me explico.
Después del periplo que he ido contando sobre la bomba de fecales de mi pequeña urbanización, el jueves, después de "arreglarla" tres veces, e incluso sustituirla por una nueva el miércoles, la cosa vuelve a ponerse negra pues deja de funcionar con el consiguiente y lento -afortunadamente- llenado de la fosa. Estaba indeciso el jueves, no sabía si irme a Gran Canaria o quedarme en casa, pero viendo que la bomba no funciona y que poco podía hacer yo, salvo pedir una cuba, como así hice, decidí coger el avión. La empresa de aguas no podía enviar la cuba, según me dijeron, hasta mañana lunes (llevo todo el fin de semana cruzando los dedos para que no se desborde la fosa), así que llegué a casa hace un rato esperando lo peor, cosa que no ocurrió. El garaje estaba seco pero, en vez de agua, la súper borrasca de este fin de semana nos trajo tanto viento que uno de mis arbolitos del jardín, con 7 años de edad, murió.
La verdad es que estoy un poco harto de esta borrasca que no se aleja de las islas. Parece que esta semana seguirá lloviendo. Ahora solo pienso en vaciar la fosa y resolver el problema de la motobomba de una vez. Continúo pues con los dedos cruzados.
Al menos desconecté en Gran Canaria, tres días intentando no pensar en estos pequeños problemas caseros.
Ah, olvidaba decirles que cuando arrastraba el árbol a un lado del jardín, hasta que lo corte mañana y lo pueda sacar al contenedor, encontré en el suelo una oruga enorme y muy bonita.
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