Agotado casi el tiempo contemplativo, ay, me recibe una ciudad requintada de
basura pero me ofrece, como justa compensación, un último regalo. Y te lo
cuento, nunca se sabe. En todo caso, me reporta un íntimo placer comunicarte los
felices descubrimientos: ya sabes lo que dicen, todo lo que no se da se pierde.
Estás y al mismo tiempo no estás allí, porque la delicadeza de su música
tiene la capacidad de transportarte, de hacerte viajar a otros ámbitos, a otros
sueños. Brad Mehldau toca en solitario, el artista y su instrumento, nada más. Y
mientras suenan las cuerdas, tu mente vuela a velocidad vertiginosa, visita
laberintos, pulsa fibras escondidas, se destensa, se expande, recuerda, busca,
vibra (tu cuerpo también, las butacas son incomodísimas y mi espalda lo lamenta
pero en fin).
La poesía que transmite el hombre del piano tiene tal
capacidad de evocación que descubres que no son esas teclas las únicas que
acaricia. También está tocando las tuyas.
Brad Mehldau Trio, *And I love her.
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