Cualquiera que haya leído alguno de mis escritos en este modesto blog sabrá de mi clara inclinación hacia la causa judía, cosa que, por cierto, no me hace a veces el más popular del grupo. Pero esto es lo que hay; con los años he leído mucho y he intentado informarme de la manera más objetiva posible acerca del conflicto en Oriente Próximo, y he sacado mis propias conclusiones que no suelo exponerlas salvo cuando oigo algunos argumentos que por repetitivos no se convierten en verdad. Sé que no es políticamente correcto ser projudío y hay que enaltecer la causa palestina siempre que se pueda, pero si de algo sirve la democracia es que cada uno puede pensar y decir lo que quiera.
Leo con interés y pena el asalto en El Cairo de la embajada de Israel, terminando con la salida del embajador hacia su país. Yo vivo en España, soy español, y he visto el cambio de la dictadura de Franco a la democracia actual. No hubo ningún asalto a embajadas ni nada similar por lo que me siento verdaderamente orgulloso de cómo se sucedió el cambio hacia la democracia en España. El año 2011 se recordará por los incidentes en Argelia que desembocaron en la caída de regímenes dictatoriales o pseudo democráticos como Egipto, Libia, Yemen, etc., cosa que aplaudo. Pero ¿por qué a la postre Israel tiene que terminar siendo el chivo expiatorio de las revueltas en el mundo árabe?
Yo soy partidario de una nación palestina, como siempre lo he sido de un estado judío, pero estoy en contra del terrorismo islámico sin pausa sobre el territorio judío, de la utilización de los civiles como escudos humanos, de ver a Israel como si se tratara del demonio. Desde luego la solución al conflicto no empieza por la barbarie de los asaltos a las embajadas y sin repercusión alguna. Si empezamos por violar el territorio de los países extranjeros -las embajadas lo son de facto- mal empezamos.
Me encuentro en el cine a mis amiga del alma Mª Luisa y familia; ellos acababan de llegar de Israel y Jordania y les pregunté qué tal el viaje, justo antes de entrar cada uno en una sala distinta. Sólo tuve tiempo de escuchar >Jerusalén es una ciudad maravillosa.
Después del mal sabor de boca que nos dejó "Cowboys & Aliens" decidimos sacarnos la espinita y nos fuimos anoche a ver "La deuda", una interesante película de espionaje, familia, mentiras, Holocausto... Unos estupendos actores con un guión muy bien montado, además de ser una oportunidad para ver de nuevo a la magnífica Helen Mirren.
La historia de “La deuda” empieza en 1997, cuando dos agentes del Mossad ya retirados, Rachel y Stephan, reciben una noticia sorprendente acerca de su antiguo compañero David. Se convirtieron en figuras muy respetadas en Israel después de una misión que realizaron entre 1965 y 1966 cuando los tres localizaron al criminal de guerra nazi Dieter Vogel, el temible “Cirujano de Birkenau”, en Berlín Este. Rachel tuvo que superar una atracción sentimental mientras servía de cebo para que sus compañeros cerraran la pinza alrededor de Vogel. El equipo arriesgó mucho y pagó un considerable precio para cumplir la misión, pero ¿de verdad la cumplieron? Con el tiempo, el suspense crece, pasando de un período a otro, y las revelaciones son cada vez más sorprendentes. Finalmente, Rachel no tendrá más remedio que ocuparse personalmente del asunto.
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