VERÓNICA MARTÍN. SANTA CRUZ DE TENERIFE
Hay cazadores de tormentas, cazadores de eclipses y de auroras boreales. Son capaces de recorrerse el mundo buscando la mejor imagen de su atracción favorita. Un buen cazador de auroras boreales jamás elegiría Canarias como destino pues estos fenómenos se suelen dar, tal y como indica su nombre, en el polo norte magnético muy lejos de la zona en la que están ubicadas estas Islas.
Sin embargo, en Canarias sí se han producido auroras boreales y se han documentado. El investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), Manuel Vázquez Abeledo, acaba de publicar un trabajo sobre este asunto en colaboración con el profesor de Física de la Universidad de Extremadura, José María Vaquero. En este estudio, recopilan once auroras boreales documentadas en las Islas desde 1770.
Todas deberían ser similares a la fotografía que acompaña este texto realizada el 20 de noviembre de 2003 por el astrofotógrafo inglés Grahan Parkin. Se trata de una aurora boreal que pasó inadvertida incluso para los investigadores del IAC que trabajan en el Teide. En este caso la aurora duró desde las 21:00 hasta las 22:10 horas y el fotógrafo la realizó casi de casualidad pues había viajado a Tenerife a captar lluvia de estrellas. Y se la encontró.
Las auroras boreales en estas latitudes son extrañas pero, según el investigador, se producen unas dos o tres veces cada siglo. Para ello tienen que darse unas circunstancias muy determinadas. Una aurora boreal se produce cuando cuando tiene lugar una fuerte tormenta solar. Las partículas del viento solar entran en el campo magnético de la Tierra y lo hacen circunvalando el polo norte magnético terrestre, que no coincide con el geográfico y que va variando con el tiempo.
La luz que emiten las auroras boreales se produce cuando esas partículas chocan con las moléculas de oxígeno y nitrógeno de la atmósfera. Cuando ocurre, estas moléculas se excitan y -resumiendo y simplificando- al volver a su estado normal se produce la emisión de luz. Si chocan con el oxígeno, la luz es más rojiza como se puede comprobar en las escasas auroras boreales de Canarias. Si hubiera otros átomos en juego la luz sería más verde o amarilla.
Lo habitual es verlas en el polo norte magnético, pero si la tormenta solar es suficientemente importante se expande hacia las latitudes más bajas. Además, si las Islas se encuentran en ese momento más cerca del polo norte magnético, se pueden observar auroras boreales en Canarias. Tal y como lo hizo Viera y Clavijo en 1770 o Grahan Parkin en 2003. Científicamente la documentación de auroras en el pasado puede ayudar al estudio de la actividad solar.
Abeledo explica que han hecho un estudio sobre cómo ha variado la magnitud magnética en Tenerife y "llegamos a la conclusión de que los guanches no pudieron ver auroras". Sin embargo, desde 1770 tiene documentadas unas once aunque "seguramente hay muchas más pero es muy difícil llegar a todas ellas". Abeledo dice que la constatación de Viera y Clavijo le resulta especialmente interesante tanto desde la perspectiva científica como de la sociológica. "Viera y Clavijo era un ilustrado que había leído a Halley (el mismo que le puso nombre al famoso cometa) explicando qué eran las auroras boreales en la primera mitad del siglo XVIII", comenta el investigador del IAC y recuerda que en esa época se había producido un mínimo de actividad solar y, por ello, las auroras no eran algo común. Pese a ello, Viera y Clavijo fue capaz de comprender que lo que observaba era una aurora boreal y hace una descripción pormenorizada de la misma mientras que la gente de su entorno pensaba que estaban ardiendo los montes. Esto lo escribe bajo el seudónimo Anton Guanche.
Otra persona que documentó varios acontecimientos similares fue José Agustín Álvarez Rixo, alcalde de Puerto de la Cruz que describió auroras en los años 1937, 48, 70 y 72. Este hombre era muy meticuloso y llevaba completos diarios donde anotaba todo lo ocurrido. "Es muy interesante porque en su crónica se mete con la gente de la Ranilla en el Puerto de la Cruz que, ante la aparición de una aurora boreal, se iban a misa al no entender qué ocurría". Otros acontecimientos los encontró buscando en la prensa períodos con fuertes tormentas solares y encontró alguna referencia en 1954 y 1957. Abeledo dice que es posible que se produjeran más y comenta que en 1938 se observó una durante la Guerra Civil y la gente interpretó que era un mal presagio. En Canarias, la de 2003 quedó reflejada en esta bella fotografía.
Hay cazadores de tormentas, cazadores de eclipses y de auroras boreales. Son capaces de recorrerse el mundo buscando la mejor imagen de su atracción favorita. Un buen cazador de auroras boreales jamás elegiría Canarias como destino pues estos fenómenos se suelen dar, tal y como indica su nombre, en el polo norte magnético muy lejos de la zona en la que están ubicadas estas Islas.
Sin embargo, en Canarias sí se han producido auroras boreales y se han documentado. El investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), Manuel Vázquez Abeledo, acaba de publicar un trabajo sobre este asunto en colaboración con el profesor de Física de la Universidad de Extremadura, José María Vaquero. En este estudio, recopilan once auroras boreales documentadas en las Islas desde 1770.
Todas deberían ser similares a la fotografía que acompaña este texto realizada el 20 de noviembre de 2003 por el astrofotógrafo inglés Grahan Parkin. Se trata de una aurora boreal que pasó inadvertida incluso para los investigadores del IAC que trabajan en el Teide. En este caso la aurora duró desde las 21:00 hasta las 22:10 horas y el fotógrafo la realizó casi de casualidad pues había viajado a Tenerife a captar lluvia de estrellas. Y se la encontró.
Las auroras boreales en estas latitudes son extrañas pero, según el investigador, se producen unas dos o tres veces cada siglo. Para ello tienen que darse unas circunstancias muy determinadas. Una aurora boreal se produce cuando cuando tiene lugar una fuerte tormenta solar. Las partículas del viento solar entran en el campo magnético de la Tierra y lo hacen circunvalando el polo norte magnético terrestre, que no coincide con el geográfico y que va variando con el tiempo.
La luz que emiten las auroras boreales se produce cuando esas partículas chocan con las moléculas de oxígeno y nitrógeno de la atmósfera. Cuando ocurre, estas moléculas se excitan y -resumiendo y simplificando- al volver a su estado normal se produce la emisión de luz. Si chocan con el oxígeno, la luz es más rojiza como se puede comprobar en las escasas auroras boreales de Canarias. Si hubiera otros átomos en juego la luz sería más verde o amarilla.
Lo habitual es verlas en el polo norte magnético, pero si la tormenta solar es suficientemente importante se expande hacia las latitudes más bajas. Además, si las Islas se encuentran en ese momento más cerca del polo norte magnético, se pueden observar auroras boreales en Canarias. Tal y como lo hizo Viera y Clavijo en 1770 o Grahan Parkin en 2003. Científicamente la documentación de auroras en el pasado puede ayudar al estudio de la actividad solar.
Abeledo explica que han hecho un estudio sobre cómo ha variado la magnitud magnética en Tenerife y "llegamos a la conclusión de que los guanches no pudieron ver auroras". Sin embargo, desde 1770 tiene documentadas unas once aunque "seguramente hay muchas más pero es muy difícil llegar a todas ellas". Abeledo dice que la constatación de Viera y Clavijo le resulta especialmente interesante tanto desde la perspectiva científica como de la sociológica. "Viera y Clavijo era un ilustrado que había leído a Halley (el mismo que le puso nombre al famoso cometa) explicando qué eran las auroras boreales en la primera mitad del siglo XVIII", comenta el investigador del IAC y recuerda que en esa época se había producido un mínimo de actividad solar y, por ello, las auroras no eran algo común. Pese a ello, Viera y Clavijo fue capaz de comprender que lo que observaba era una aurora boreal y hace una descripción pormenorizada de la misma mientras que la gente de su entorno pensaba que estaban ardiendo los montes. Esto lo escribe bajo el seudónimo Anton Guanche.
Otra persona que documentó varios acontecimientos similares fue José Agustín Álvarez Rixo, alcalde de Puerto de la Cruz que describió auroras en los años 1937, 48, 70 y 72. Este hombre era muy meticuloso y llevaba completos diarios donde anotaba todo lo ocurrido. "Es muy interesante porque en su crónica se mete con la gente de la Ranilla en el Puerto de la Cruz que, ante la aparición de una aurora boreal, se iban a misa al no entender qué ocurría". Otros acontecimientos los encontró buscando en la prensa períodos con fuertes tormentas solares y encontró alguna referencia en 1954 y 1957. Abeledo dice que es posible que se produjeran más y comenta que en 1938 se observó una durante la Guerra Civil y la gente interpretó que era un mal presagio. En Canarias, la de 2003 quedó reflejada en esta bella fotografía.
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