viernes, 26 de noviembre de 2010

BORICUAS


Visité Puerto Rico hace ya casi 20 años, después de haber pasado un mes recorriendo el interior de Estados Unidos, algunos Parques Nacionales, Nueva York, San Francisco, Nueva Orleans, Salt Lake City... Fue la guinda del viaje, el relax después de la paliza que tuvimos recorriendo medio país. La intención, no obstante, había sido terminar el viaje en el continente, exactamente en Costa Rica, pero había cólera en aquella época en algún lugar de Sudamérica y uno de mis amigos, como buen hipocondríaco, prefirió saltar a una isla y dejar el itsmo y el cólera con mar por medio. Así pues terminamos dando un garbeo por todo Puerto Rico, empezando y terminando en San Juan.
La isla es preciosa, las playas increíbles y el agua caliente. Visitamos el Bosque Nacional El Yunque, un increíble parque en el interior de la isla donde uno se sumerge en la selva tropical en unos minutos. Escuchamos coquíes, la pequeña ranita de Puerto Rico mientras nos sumergíamos en la exuberante vegetación del bosque.
Estoy inmerso en la autobiografía de Ricky Martin en estos momentos y en ella él habla del sentimiento isleño, de sus raíces hispanas, de su conexión con el mundo anglosajón, Europa, África. Volar a Puerto Rico desde USA es algo raro, llegas a un aeropuerto con un sabor totalmente latino, escuchas hablar inglés y spanglish de manera natural y no sabes muy bien si te encuentras en el continente norteamericano o en el Caribe.
En aquella época en Estados Unidos ya había empezado la cruzada contra los fumadores y yo fumaba, por lo que llegar a San Juan supuso la liberación, ¡se podía fumar en el aeropuerto! Un domingo me quedé sin cigarros y salí a comprar por San Juan, tempranito, y junto al periódico local pedí Marlboro, que era lo que fumaba. La dependienta, muy amable, me miró medio sorprendida y me dijo: lo siento, el tabaco sólo se vende después de la misa. Así que tuve que esperar hasta que se terminaran las misas en la isla para fumar.
Pasamos unos días en un balneario del interior de la isla, creo que fue en Coamo. El sitio precioso, la comida estupenda y una gallina con sus pollitos paseaba por el jardín de nuestra habitación. Recuerdo que durante uno de esos chaparrones grandes pero de poca duración, la gallina permaneció todo el tiempo en medio del jardín, inmóvil. Cuando cesó la lluvia se levantó ligeramente y debajo salieron todos los pollitos que habían permanecidos secos y resguardados bajo su madre. Y de ahí, como si nada, continuaron paseando por el jardín picando de vez en cuando la tierra húmeda. Otra tarde estábamos mi amigo Nando y yo en una de las piscinas calientes calientes y a lo lejos vimos como se acercaba una nube negra que anunciaba otra minitormenta. Me obligó a salir del agua por si la piscina atraía algún rayo. ¿Les dije que mi amigo Nando fue quien cambió Costa Rica por Puerto Rico por aquello del cólera? Dos más dos...

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