Ayer por la mañana, mientras sacaba el coche del garaje, descubro con horror un reflejo bajo uno de los imbornales que recogen el agua de lluvia. Mmmm, el reflejo es agua, pero ¿dónde? ¿habrá llovido anoche y está aún húmedo? Me acerco, me acerco más, más, huelo. No, nada de lluvia, se trataba de agua sucia, o sea que casi seguro el nivel de la fosa séptica, colocada bajo la ligera rampa del garaje, había subido. Abro la tapa de la fosa y allí estaba el nivel, bien claro, a 40 cm de rebosarse y de lo que no haré descrpción alguna.
Y ya empieza la cabeza a funcionar por su cuenta...
> Tenía que haberme comprado un piso.
> Las casas sólo dan problemas.
> Las casas sólo dan problemas.
> ¿Y si se me inunda el garaje?
Etc., etc., etc. Cené un yogur, dormí fatal anoche (nuevamente me abstendré de descripciones freudianas) y hoy no he podido almorzar hasta que solucionamos el problema. Óscar, mi vecino joya, y yo de compras por los polígonos industriales en busca de un telerruptor y tres relés, los cuales conseguimos a las 6 de la tarde. Colocados los mágicos artefactos electrónicos de tan poéticos nombres, las motobombas sumergidas funcionando, el nivel bajando y en 20 minutos la fosa limpia como una patena y la felicidad reflejada en mi rostro. A ver qué encuentra mi cabeza para preocuparse ahora.
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